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La historia ha mostrado una y otra vez la necesidad de la historia, esto es: del estudio de la historia. Lo que argumenta este libro profundo y estimulante es que la historia (el estudio, ¿pero quizás también la cosa?), a su vez, necesita de la fantasía.
Joan W. Scott es historiadora de formación, aunque su casi medio siglo de carrera la ha llevado por caminos decididamente interdisciplinarios, en gran medida empujada por las demandas del movimiento de mujeres de los sesenta y setenta, tal como cuenta en la conmovedoramente autobiográfica introducción de este libro. Es una figura clave y fundacional de la “historia feminista”, sobre la que advierte, sin embargo, que no alcanza “con añadir mujeres y revolver”. Una historia de las mujeres, incluso una historia de la exclusión y la opresión de las mujeres, que deje intactos los mismos presupuestos teóricos y metodológicos que alimentaron la exclusión y la opresión no merece el nombre de feminista. Quizá ni siquiera el de historia. Para Scott, investigar la historia es una empresa ante todo crítica, problemática, exploratoria, que necesita insistir en las preguntas y los problemas, más allá de las aparentes soluciones. Si es necesario hacer historia, en otras palabras, es porque es necesario mantener abierta la relación entre pasado y presente como un problema a explorar.
Este es precisamente el rol de la fantasía, y por esta ventana entra el psicoanálisis, el otro protagonista del ménage à trois con la historia y la política feminista que bosqueja este libro. La fantasía es lo que hace posible el desafío y el cambio, la mutabilidad y la movilización. En este sentido, el psicoanálisis al que recurre Scott no es una teoría normativa ni una práctica que aplique etiquetas diagnósticas a fenómenos sociales (algo que, dicho sea de paso, sigue tristemente vigente en la discusión pública, por mucho que la academia lo declare obsoleto). Por el contrario, es un modo de pensar que enfatiza el género como dilema irresoluble, como una “atribución de significado a algo que elude siempre su definición”, un intento de estabilización, entonces, siempre destinado a fracasar. “El género es una categoría útil sólo si las diferencias son la pregunta y no la respuesta”, afirma sin vueltas; en tiempos de revitalización de esencialismos reaccionarios, incluso dentro de los feminismos, este uso incisivo del psicoanálisis y de la historia puede resultar una herramienta crítica fundamental.
A través de los problemas y terrenos muy diversos que recorre La fantasía de la historia feminista, el leitmotiv de su apuesta política, teórica y metodológica es la potencia de lo abierto. Su fantasía de la historia feminista, en suma, “es la de una búsqueda por comprender que nunca se satisface plenamente con sus propios resultados”. Si la fantasía es el “pegamento psíquico” del mundo (una cita de Jacqueline Rose), el feminismo, sugiere Scott, es la “pasión crítica circulante” que, alimentándose de ella, puede ser capaz de cambiarlo.
Joan W. Scott, La fantasía de la historia feminista, traducción de Juan Ignacio Veleda, Omnívora, 2023, 440 págs.
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