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En la prolífica obra de Alejandro Tantanian, las versiones apoyadas en la literatura rusa se han transformado en uno de los ejes centrales a partir del año 2006, siguiendo el camino de Dostoyevski, con el estreno de Los mansos (apoyada en motivos de El idiota) y, en 2008, con Los sensuales, adaptación libre de Los hermanos Karamazov. Sin olvidar, por supuesto, su retrato de la poeta Marina Tsvietáieva, de 2007, en Y nada más. Los sensuales nos confronta con un bienvenido rapto de locura de una intensidad cuya descripción no es sencilla: de lo que se trata es de la sensación del cuerpo atravesado por la palabra, por el dolor que producen el silencio y el ocultamiento, la ignorancia y la violencia sufridas que no pueden transformarse en amor si no es por medio de más violencia.
La edición de Los sensuales es una excelente oportunidad de volver a acercarnos a esos personajes que oscilan entre la locura y la abulia, que cantan su amor en canciones destempladas, que dejan, literalmente, el cuerpo en escena. La lectura del texto permite, así, reencontrarse con el exceso que inicia la obra de Tantanian, el asesinato de Teodor Tigrov, el patriarca cruel que ha formado dos familias manteniendo oculta su filiación a los hermanos: si algo sorprende del texto es que esta escena no ha perdido, en su pasaje al papel, un ápice de su fuerza expresiva condensada con maestría por el autor. A diferencia de Dostoyevski, Tantanian convierte el parricidio en un acto del que podrían haber participado todos los hermanos: no se trata de una hipotética complicidad, sino de la liberación colectiva del horror ante la opresión que no evitará, en el transcurso de la obra, que el resultado del acto criminal se convierta en un prolegómeno de la inevitable destrucción. En Tantanian no hay duda, ni fe, ni libre albedrío, antes bien desbordes de pasión y desesperanza; y la seguridad de que al final no quedará nada. Los designados vengadores del parricidio, hermanos de la última mujer de Teodor Tigrov y tíos de dos de los hijos del asesinado, no lograrán evitar abandonarse al delirio colectivo bajo la mirada muerta del padre.
“¿A quién ama Mijail cuando me ama?”, se pregunta Alberto, uno de los encargados de esa venganza, luego de tocar el corazón de Mijail Tigrov. Esta pregunta podría ser pronunciada por cada uno de los protagonistas: liberados unos de la tiranía del padre, encargados otros de actuar una furia que les es ajena, todos perderán el camino porque la ley arbitraria e inhumana no dio lugar a otra forma de ordenamiento, sino a la búsqueda desbocada de un sentido en el amor que nunca es compartido: sus señales esbozadas no pueden ser captadas más que en una tergiversación sin límite.
Alejandro Tantanian, Los sensuales, Libros Drama, 2013, 48 págs.
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