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Lucía Seles

TEATRO

Si antes repudiaba el spanglish por ser el lenguaje del mercado, del globalismo, de Tinder y de CNN, el spanglish de Lucía Seles me resulta extraño y barroco: materia viva de la lengua. Su malabar poético libera a las palabras de cualquier productividad mercantil. Ella inutiliza el dialecto y lo cincela hasta sacarle un filo brillante y delicado, no por eso menos cortopunzante. Hay que tener oído para reconocer la insólita belleza de su voz, y me aventuro a decir que habría que escribir todo un paper para tasar con propiedad sus diamantes lingüísticos. No es sólo la intercalación de palabras de dos idiomas, ni el uso impúdico de la minúscula, los signos diacríticos y los acrónimos. En Seles opera la perfecta colisión, como postuló André Breton, de dos campos semánticos distanciados. Pero no me malinterpreten, Lucía Seles no es surrealista: es una romántica de farmacia, una estrella obrera que ha sabido constelar ella sola como cineasta, grafómana, poeta, dramaturga, directora de teatro, actriz y bandoneonista.

En lo que respecta al teatro, durante julio se estrenó en ArtHaus Central + privacy pretty: ciclo de cuatro obras pertenecientes a Paraíso Club y presentadas de a dos por función: secciones ferroviarias de mi misma 00, ramos tuesdays mejia, holidays corregidas avila y the proud no trembling (sic). Seles dirige y actúa en escena, asistida por la elegante madre de uno de sus actores, y luego por un caballero español mayor, a quien llama “padre”. Durante casi toda la obra, está suspendida la promesa de que la acción comenzará pronto. En el mientras tanto, ocurre el espectáculo: libreta en mano, la dramaturga le da instrucciones a su elenco, como cuando explica un “truco de anoréxica” que consiste en comer papas chips e ir lanzándolas al aire. De inmediato, los cuatro actores compiten por quién lo hace de forma más elegante y suave.

Seles demuestra un diestro conocimiento de las intensidades. Hay mucha improvisación, pero rumbo a núcleos perplejizantes, delimitados por guiones que son listas y marcaciones que van desde pegar un sopapo o gritar “CHAO” a todo pulmón, hasta teñir el cabello de la directora con vino tinto de caja. Aparte del spanglish, la dramaturga cultiva el poderoso arte dramático de enroscarse en insustancialidades. Harold Pinter fue el pionero en esto, desde El montaplatos (1957), cuando nos demostró que dos asesinos a sueldo pueden detenerse un largo rato a discutir sobre el tipo de vajilla de las tazas para el té. En el caso de Seles, lo que sostiene las extrañezas no es un enigma ni un conflicto latente, sino la suavidad de sus pasiones conurbanas y un solemne respeto por la afección de todos sus personajes.

Estamos ante seres corridos, con prioridades minúsculas y peligrosas como una paloma en una turbina. Atravesados todos por traumas secretos, sin que haya nada detrás, las criaturas de Seles son dueñas majestuosas de sus propios sistemas estéticos, morales y sociales. Cómo olvidar la escena de smog en tu corazón (2022) cuando, luego de un desplante amoroso, el personaje de Luján —que también aparece en + privacy pretty— explica con lágrimas en los ojos un deber ético que todos deberíamos grabarnos a tinta y a fuego: si vos invitás a una persona a ver algún día Cantando bajo la lluvia, tenés que confirmarle a esa persona si será mañana o pasado mañana, o cuando quiera que sea que se juntarán a ver Cantando bajo la lluvia. En el circo de la susceptibilidad que es el mundo, Lucía parece demostrar la idea que comulgaba Oscar Wilde: la verdad está en la superficie. El secreto de la identidad es la performance, aunque detrás parece haber, no obstante, un imperativo de autocultivo soberano: “Si una entrena a la mind, un atardecer puede ser una licuadora de humillaciones”.

El efecto convivial, muy misterioso, es que ellos y nosotros flotamos contagiados en una especie de inconsciente colectivo, autista o patafísico, manifestado en las películas por la narración spanglish —impresa en verso, textualmente—, y en el teatro encarnada a través de ella misma, e irradiando a todos sus actores. A la salida de + privacy pretty dan ganas de llamar a tu mamá, de ir a la confitería de un hospital, de beber un esmalte de uñas o (como en mi caso, que regresé a casa en la línea A del subte) de memorizar cómo cambian las calles que cortan Rivadavia: Callao se vuelve Entre Ríos, Pueyrredón se convierte en Jujuy, Montevideo es Virrey Ceballos, Talcahuano se vuelve Santiago del Estero…; y así, como devienen las calles, los amantes de Lucía Seles devenimos un juego que transforma nada menos que nuestra percepción.

+ privacy pretty, dramaturgia y dirección de Lucía Seles, ArtHaus Central y Paraíso Club, Buenos Aires, 13 a 21 de julio de 2024.

1 Ago, 2024
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