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Rubios

Grupo Krapp

TEATRO

Mi mamá me contó que en el pueblo en el que nacimos éramos los únicos rubios. Cuando íbamos al pueblo, la gente en la calle nos miraba el pelo y lo quería tocar. En la India me pasó algo parecido, me señalaban el pelo y decían blond.

El rubio parece venido del espacio exterior. Sus ojos claros miran todo con atención. Parece estar en una misión, como los perros cuando salen a pasear, la cola en alto, la nariz olfateándolo todo. Los rubios se pasean por el barrio y miran todo. Todo les llama la atención, abren los ojos grandes, miran, observan, se anotician, perciben. Al andar así, con el pelo rubio como un faro del fin del mundo, no pasan desapercibidos. Los rubios son objetos de mirada, ocupan un centro, llaman la atención. A veces se cansan de eso y se van, desaparecen. Se levantan la solapa del saco y se van caminando en la niebla, como James Dean, y sólo se ve la cabellera rubia, lo único que se mueve. A veces no pueden zafar y les sacan una foto. Entonces sonríen y muestran los dientes blancos y ordenados. Brad Pitt, Heath Ledger, Leonardo di Caprio, y antes Robert Redford, Richard Gere, Kevin Costner, Clint Eastwood, y antes Marlon Brando, Robert Mitchum, Gary Cooper. Cuando mirás esa foto es como mirar directamente al sol. Quedás medio enceguecido. Decís sunny boy o el soleado. A veces el rubio se cansa de ser el soleado y te devuelve toda su bronca y te grita como Kurt Cobain y se retuerce de tanta mirada sobre él y se pone el pelo en la cara, pero igual lo ves. Entonces se corta las venas.

Los rubios vinieron al mundo a mirar y ser mirados, su órgano es el ojo. Y eso hacen los rubios de Krapp: van y miran. No paran de ir, todo el tiempo van a algo nuevo y lo miran y lo transitan y cuando pasaron por ahí se ponen incómodos, se quieren ir. Entonces abandonan lo que están haciendo y siguen en su misión de mirar. Nosotros estamos incómodos, y nos reímos y no entendemos por qué nos reímos. Nos reímos de incómodos, nos reímos de reírnos de incómodos.

Lo que festejamos con Krapp es la incomodidad. Los rubios nos ponen incómodos, porque parecen venidos del más allá, traen una información que no revelan. Esa información los revuelve, los desordena, están todo el tiempo desordenados, están incómodos, y con ellos, los espectadores. La incomodidad moviliza. Si estás incómodo, querés salir de esa incomodidad. Krapp entiende la danza no sólo como goce, sino como móvil para salir de la incomodidad. Lógicamente van a otra incomodidad, para de ahí salir y volver a entrar en una nueva y así. Lo mismo hace el espectador.

Rubios te somete a ese ritual, te obliga a moverte; tenés que descubrir el goce del rubio, es el goce de ir siempre hacia un lugar nuevo, siempre en búsqueda, nunca satisfecho, siempre hacia el futuro, siempre metiéndote en la neblina, desapareciendo, viviendo en hoteles, en casas prestadas, escondiéndote, disfrazándote de hombre planta, gritando, enojado, caliente, disparando, tirando neumáticos por las montañas, cansado de mirar y de ser mirado, tratando de meterte en la cueva de tu falsa cabellera rubia, para no ver más, para no mirar, ni ser mirado, click, te estaba mirando, te saqué una foto, ¡rubio!

 

Rubios, de Grupo Krapp (Luciana Acuña, Gabriel Almendros, Luis Biasotto, Edgardo Castro y Fernando Tur), dirección de Luciana Acuña y Luis Biasotto, Centro Cultural San Martín, Buenos Aires.

 

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