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“Seré una esposa fiel y sumisa, pero amor no hay. ¿Qué puede hacerse?”, dice una actriz y busca con denuedo la emoción que le dé forma y contenido teatral a esa línea poderosa. No se explicita que es un parlamento de Irina, de Las tres hermanas de Chéjov, dramaturgo que encontró en Stanislavski al cómplice que supo hacer gran teatro con sus obras. No es necesario disponer de esa información porque en Stanislavki. Fantasmatic no importan los personajes sino la actuación; en todo caso, los personajes aquí son actrices y actores que llevan adelante situaciones e instantes diversos y fugaces con el fin de alcanzar la emoción exacta para esos momentos dramáticos.
A comienzos del siglo XX, la avanzada positivista llegó al teatro a través de la búsqueda de un “método” para encontrar la verdad escénica. Fundador del Teatro de Arte de Moscú, Konstantin Stanislavski lideró en el teatro europeo esa pesquisa que cuajó en unos tomos que serán estudiados y criticados por siempre. En principio al servicio de una estética realista, el método se configuró como una serie de técnicas que permanecían ocultas a los ojos de los espectadores. La eficacia para lograr el efecto de realidad es la que deslumbró, vía Lee Strasberg, a sus célebres continuadores de Hollywood. Al exhibir y extremar algunos de esos recursos, Ciro Zorzoli y sus intérpretes hacen un ejercicio minucioso de distanciamiento que homenajea al maestro ruso y, a la vez, cuestiona lúdicamente ese confinamiento en el realismo. Así, sólo con su cuerpo, conducido por la voz de otro, un actor traslada al público a un campo de batalla en el que recibe un disparo, luego otro y otro, en un crescendo que se vuelve cómico. El “si” (“¿qué pasaría si…?”) y las “circunstancias dadas” (aquellas que anteceden y condicionan el presente dramático) revelan su vigor como técnicas —sin duda derivadas del juego infantil― que propulsan la invención actoral y le dan sustancia.
El espacio, profundo, tiene el aspecto de una pista circense o de entrenamiento de principios del siglo XX, jalonada por algunas cortinas que ocultan y muestran según se necesite. Actrices y actores llevan ropa rústica de aquellos tiempos, circulan con gracia coreográfica, se vinculan en escenas que algunos conducen y otros actúan. Con momentos de teatro físico, estos atletas de las emociones (en plenísima forma, Paola Barrientos, Diego Velázquez, Juan Ignacio Bianco, Matías Corradino, Hilario Laffitte, Marianela Pensado) construyen espacios y objetos imaginarios, hacen pasar por sus cuerpos textos y ficciones. En esta revisión reverberan ecos sutiles de otras poéticas del siglo XX reñidas con el Stanislavski acaso canónico, como la brechtiana (el distanciamiento) y la beckettiana (el slapstick, la emoción justa como una suerte de Godot que nunca llega), también las críticas de Meyerhold al realismo psicologista de sus colegas del Teatro de Arte. Se trata de un delicioso juego teatral que al mismo tiempo pone afecto y distancia en la revisión.
Curado por Mercedes Halfon, el ciclo Invocaciones, que ya va por su obra número nueve, sigue generando muy productivos diálogos entre creadores contemporáneos de Buenos Aires y figuras clave del teatro del siglo XX, una oportunidad para ejercer la memoria artística y volver a pensar legados para lanzarlos al futuro. En la invocación de Zorzoli, los intérpretes llevan a sus cuerpos saberes stanislavskianos y los declaran vivos en la imaginación teatral contemporánea. Son varios los fantasmas convocados en este ritual (estupendo el momento de Manrique y sus coplas por la muerte de su padre), pero se impone sobre todos el del director ruso como incansable buscador de los secretos del fascinante e inasible arte de la actuación.
Stanislavski. Fantasmatic, dramaturgia y dirección de Ciro Zorzoli, Ciclo Invocaciones, concepto y curaduría de Mercedes Halfon y producción general de Carolina Martín Ferro, Centro Cultural San Martín, Buenos Aires.
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