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Código negro

Steven Soderbergh

CINE y TV

En el principio estuvo la palabra, pero también el espía. El escenario, tras un detallado trabajo de puesta en escena, no fue otro que el Jardín del Edén. Oculto en su omnipresencia, el primer agente secreto fue el Dios judeocristiano —para algunos, demiurgo— al crear desde la nada una trampa a medida de la corruptible vanidad de los primeros humanos. Según William Burroughs, esta concepción vigilante puede rastrearse hasta el caso Watergate, donde la manzana fue reemplazada por las estrategias de campaña del Partido Demócrata, Adán por Richard Nixon y la serpiente por los servicios de inteligencia.

En este sentido, no sería exagerado decir que la ficción espía es el más metafísico de los subgéneros; un marco narrativo que evidencia cómo la noción de realidad es en todos los casos una construcción a partir de discursos y estímulos sensoriales: un terreno platónico maleable en perpetua disputa. Sobre estas tierras movedizas se paran Steven Soderbergh y David Koepp —director y guionista respectivamente— al concebir Código negro (2025), thriller minimalista en el que múltiples enunciados se disputan la noción de realidad, y entre esas redes invisibles queda atrapado un matrimonio.

El relato comienza cuando le informan al oficial de inteligencia británico George Woodhouse (Michael Fassbender) que uno de sus allegados filtró un programa de software de alto riesgo. Hay cinco sospechosos y uno es su propia esposa Kathryn (Cate Blanchett), también oficial de inteligencia. Su superior le informa que tiene una semana para encontrar al culpable, antes de que las consecuencias resulten fatales. George no tiene mejor idea que invitar a los sospechosos a una cena donde el plato principal tiene como ingrediente secreto una pizca de suero de la verdad. A partir de ese momento, se desencadena un juego del gato y el ratón donde las teorías se amontonan y se confunden; ni siquiera a los más cercanos se les concede el beneficio de una certeza.

Con la paranoia a flor de piel, George encuentra una entrada de cine en el tacho de basura de su habitación y al consultarle a Kathryn, ella niega haber visto la película en cuestión. ¿Qué más me está ocultando?, piensa. ¿Se trata de una infidelidad o de traición a la patria? Para peor, George parece no poder determinar cuál de los dos escenarios le resultaría más conflictivo. Su devoción por su esposa y el profundo pacto de confianza conyugal, que trasciende cualquier estructura jerárquica o institución gubernamental, se ponen en crisis por primera vez.

Este particular intríngulis y su atmósfera recuerdan a Una mujer poseída (Andrzej Zulawski, 1981), donde en el contexto de la Guerra Fría un espía vuelve a casa en Berlín Occidental para darse cuenta de que su esposa probablemente lo está engañando. En ambas películas, la metodología del espionaje pasa a ser aplicada a la relación de pareja, y la más terrible de las sospechas recae en el contingente de que su esposa esté durmiendo con el monstruo de turno (llevado a la literalidad en Zulawski, claro), del otro lado de la Cortina de Hierro.

Para George Woodhouse, los intereses y destinos nacionales (y, por qué no, mundiales) son puestos en suspenso ante el posible engaño; la búsqueda de la verdad entre una maraña de enunciados ya no tiene como objetivo último encontrar al topo que filtró información clasificada, sino restaurar la confianza en su esposa, único sostén entre tanta incertidumbre. En las antípodas del glamour y la acción espectacularizada de un James Bond, Código negro presenta una visión del espionaje atravesada por miserias humanas y conveniencias mezquinas.

Ante la película de Soderbergh, resulta imposible no pensar en una genealogía cuyas ramificaciones encuentran su origen en la obra del novelista y ex espía David Cornwell, al que la mayoría conoce como John le Carré, y en sus varias adaptaciones cinematográficas. En el documental biográfico The Pigeon Tunnel (Errol Morris, 2023), el propio Le Carré admite que el espionaje es sobre todo performático y que la verdad objetiva no existe, sino que es una presunción desde la perspectiva de un tercero hipotético.
Reflexivo, Morris le pregunta quién es ese tercero, si acaso no es Dios. Cínico y descreído, Le Carré evita responder. Soderbergh, en cambio, establece que ante todo la verdad es una cuestión de confianza, cuando no de fe.

 

Black Bag (Estados Unidos, 2025), guion de David Koepp, dirección de Steven Soderbergh, 94 minutos.

1 May, 2025
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