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Lux Lindner es un artista cosmopolita y local, porteño, autor de una obra refinada, compuesta por dibujos de líneas nítidas y definidas, que juega con el espacio, la luz, el contraste entre el blanco y el negro, y crea atmósferas austeras, pobladas de sugerencias oníricas e históricas, personales y universales. Los materiales empleados son el tiempo (cósmico, histórico, nacional, familiar), el espacio de la llanura pampeana y del río que dio su nombre a nuestro país, algunos objetos (un ombú, unos relojes, un avión, un ajedrez) y el comercio y sus restricciones, que recobran actualidad con la abolición (y el regreso) de las tarifas, los aranceles y las barreras aduaneras implementadas en el Río de la Plata por Juan Manuel de Rosas, y que Sarmiento proclamaba necesario suprimir para alcanzar el progreso. El control del tráfico aduanero es un problema que atraviesa la historia nacional y que, sorprendentemente, ocupa hoy el centro de atención mundial a partir de las tarifas impuestas por Trump. Sarmiento creía en la libre navegabilidad de los ríos. A través de ellos podría circular, como la sangre en las venas de un cuerpo, decía, el libre comercio hoy en discusión, no en la Argentina, siempre oscilando entre el cierre y la apertura al exterior, pero sí en el mundo. Una de las obras expuestas en la muestra en el museo MARCO representa la antigua Aduana Taylor (1857-1894) del puerto de Buenos Aires, construida por el ingeniero inglés Edward Taylor, un británico radicado en el Río de la Plata cuando la comunidad angloargentina era significativa. El control de la Aduana fue disputado por los gobiernos provinciales y el de Buenos Aires como propiedad federal, nacional, provincial o porteña durante buena parte del siglo XIX. El contrabando, por su parte, fue y es fuente de riqueza y poder, y algunos de nuestros apellidos más ilustres forjaron su prestigio y riqueza a partir de él: la oligarquía (término ya poco empleado entre nosotros, pero renacido para referir a las megafortunas del tecnocapitalismo financiero global).
Como su apellido lo indica, Lux Lindner proviene de una familia alemana y argentina, como la de Juan Dahlman. Su abuelo, como el Johannes Dahlman de “El Sur” de Jorge Luis Borges, llegó al Río de la Plata en la década de 1870, y Lux, como Juan Dahlman, se volvió argentino, aunque la sangre teutona continuó latiendo en sus venas. El artista incluso escribió un libro, Notas para una Argentinística y otras páginas (Ediciones del Trinche, 2022), concebido durante una estadía en Suiza, donde postula una “ciencia del destino argentino”, próxima al dolor de muelas y presente en varias de las obras expuestas (y en el juicio que da título a la muestra). La exhibición comprende un conjunto de dibujos en tinta negra, dos objetos —un ajedrez montado invertido sobre una mesa y un avión realizado en tela y madera, que sonríe mostrando sus dientes— y una pieza de realidad virtual. El avión está vinculado a un invento del padre del artista, un inventor de origen alemán que, como Roberto Arlt, ensayó y fracasó en su intento de montar artefactos, como la rosa de cobre o las medias engomadas que Arlt experimentó en un taller de Temperley.
A partir de esos materiales y valiéndose de un conocimiento profundo y polémico de la historia argentina, Lindner construye una obra poblada de referencias reales e imaginarias a los sueños de una comunidad que, como dijo un presidente argentino, “está condenada al éxito”. Georges Clemenceau, un expresidente francés, visitó el país en sus tiempos de “progreso” durante el primer centenario de la independencia y anticipó en 1910 las palabras de Eduardo Duhalde en 2001: “La Argentina está condenada al éxito”, dijo. “Y siempre lo estará”, añadió. Es decir, el éxito estará siempre más allá, prometido, seguro, pero también inalcanzable. La Aduana fue imaginada como un mecanismo capaz de conseguirlo o garantizar el fracaso económico de nuestro país, exportador de granos, granero del mundo y también uno de los países económicamente más cerrados al comercio internacional, de lo cual da cuenta el avión que el padre del artista intentó construir sin éxito durante la presidencia de Arturo Frondizi, debido a las políticas económicas proteccionistas que predominaron durante la mayor parte de nuestra historia reciente.
El contrabando de imágenes en la muestra de Lindner opera entre varias dimensiones. En primer lugar, en el plano espacial. Se exhiben tres tipos de piezas: dibujos, objetos en tres dimensiones —un avión y un tablero de ajedrez— y un soporte inusual en la Argentina: una pieza de realidad virtual que se ve empleando un casco con el que los dibujos y objetos expuestos en la muestra cobran vida y se convierten en un sueño en el que los espectadores “ingresan” e interactúan con las imágenes. Esta obra fue realizada con apoyo del artista Mariano Giraud y se alimenta de las destrezas adquiridas por Lindner durante su estadía en el Pratt Institute de Nueva York (1998-1999), donde estudió gráfica tridimensional. Resulta interesante no sólo experimentar este soporte que permite “ingresar” en los dibujos y objetos expuestos e interactuar con ellos, sino también contemplar a los espectadores, que con sus cabezas cubiertas por un casco que vuelve “reales” las imágenes en dos y tres dimensiones, caminan, mueven brazos y manos y “tocan” o evitan ser tocados por máquinas monstruosas, amenazantes robots con tentáculos o pinzas, criaturas cibernéticas naturales y artificiales que dan vida a lo que se ve en la planta baja, suspendidos en el aire y distribuidos en las salas del MARCO.
Aduana del Juicio Final ofrece un conjunto de obras provocativo, que explora las posibilidades del dibujo hasta regiones poco recorridas entre nosotros. Permite captar todo el potencial de la línea como dispositivo de figuración estética, pensamiento político e histórico e intervención sobre el mundo contemporáneo, donde los límites entre naturaleza y artificio se vuelven cada vez más imperceptibles.
Lux Lindner, Aduana del Juicio Final, curaduría de Clarisa Appendino, Museo de Arte Contemporáneo de La Boca (MARCO), Buenos Aires, 16 de abril – junio de 2025.
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