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La agenda social y política direcciona tendencias en la literatura durante un período más o menos fugaz, contaminando no solo tipos de producción sino también correlativos prismas de lectura que coartan otros análisis posibles. Los tres relatos de la autora salteña Grimanesa Lazaro que componen El cuerpo de Viviana, así como las nouvelles de Niña y Basurero (2021), su libro anterior, dialogan con algún que otro tema de agenda, pero siguen de largo: no hay en ellos un programa ni una voluntad que se imponga de antemano.
Indiferentes al tácito bastardeo en el que se encuentra hoy el llamado “realismo”, los relatos largos de Lázaro narran vidas ordinarias de personajes ordinarios en el norte de la Argentina. Sus protagonistas pertenecen siempre a las clases medias bajas y están invariablemente marcados por el trabajo: un taxista, un basurero, un camionero, peones, changarines de la Triple Frontera, trabajadorxs golondrina y trabajadoras domésticas. “A veces la crítica opina que escribo literatura social, término que llegué a sentir hasta despectivo. No es mi objetivo”, aclaró alguna vez la autora en una entrevista. Una aclaración lamentablemente necesaria, que cuestiona la idea tan extendida de que la ficción realista suele llevar adosada una intención de denuncia que se impone a la experiencia de lectura. Y es que así escribe felizmente Lazaro, evitando los prejuicios y acompañando a sus personajes en sus recorridos mundanos, con la confianza de que dentro del realismo todavía hay algo para contar.
“Trastornar es un buen verbo para pensar lo que debería hacer un cuento”, dice Betina González en uno de sus ensayos. “Camión” y “El cuerpo de Viviana” son grandes exponentes de ese lema. En el primero, el relato más breve del libro, el narrador cuenta cómo terminó dedicándose desde los dieciocho años al mismo oficio que su padre: manejar un camión. Pese a que su interés inicial era principalmente la lectura, las circunstancias y un episodio algo vago que vive su padre con el camión terminan provocando que él continúe con el legado de la ruta. Sin embargo, esto no es un conflicto: en la narrativa de Lazaro, si un camino se cierra, otros tantos se abren. Así es como conoce a una playera de estación de servicio, que encarna su último y fugaz contacto con la literatura (la chica, que vende Poemas para el tercer milenio de un tal Pablo Campari, le regala un ejemplar), y con quien tiene una hija (que tal vez no sea suya) con síndrome de Down. Un diagnóstico que no se explicita, pero que es posible que le quepa también al personaje de “Niña”, de su libro anterior. Una brisa de aire fresco: trabajar las neurodivergencias no para hacer “literatura inclusiva” sino para explorar lo que Flannery O’Connor llamó “el misterio de la personalidad”.
La construcción de una “personalidad misteriosa” reaparece con más fuerza todavía en “El cuerpo de Viviana”, que comienza así: “El 9 de abril Viviana, mi mujer, se pegó un tiro en la cabeza”. Viviana sobrevive, pero queda en coma en el hospital por el resto del relato, sin una gran parte del cráneo. Su marido es un taxista que luego del hecho divide su tiempo entre el trabajo en el auto y los cuidados a su esposa, arrastrado cada vez más por el deseo de querer entender los motivos que tenía Viviana para intentar suicidarse. Lazaro pone en suspenso ese enigma para enfocarse en la extrañeza de aquel resto ¿vivo? que es la mujer ahora: un cuerpo que se deteriora, muta, gime, sin que ella esté realmente allí. Frente a este hecho, lo único que puede hacer Benito, el taxista, es aferrarse a lo que cree una certeza, “la ardua tarea de pensar cómo hacer para que [Viviana] volviera a sentir placer”, como si sólo eso pudiera retornarla a la vida.
Los tres relatos largos están hilados por vehículos y accidentes. Es decir, por el tránsito, el desplazamiento de personajes que, paradójicamente, dan al mismo tiempo la impresión de estar más o menos fijos cada uno en sus propias condiciones. Sin embargo, en todos hay un relato de transformación sutil que es consecuencia de la huella que dejan los eventos y personajes con que se cruzan.
Grimanesa Lazaro, El cuerpo de Viviana, Blatt & Ríos, 2024, 152 págs.
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