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No soy yo

Leos Carax

CINE y TV

Entre los diversos materiales que Leos Carax reúne en No soy yo (C’est pas moi), se incluye un video de una niña pequeña, de unos cinco años, contándole a su padre un sueño en que un tiburón le muerde un pie, y reclamándole que no lo hubiera visto, y no la hubiera defendido —Carax (se trata de su hija) se excusa así: “En tus sueños no soy yo el que dirige, sos vos”—. Parece una frase casual, la espontánea respuesta a un reclamo a la vez legítimo e injusto, salida ingeniosa a las frecuentes trampas retóricas que tienden los niños de esa edad. Pero también es una reflexión profunda y hermosa, sucinta ars poetica de uno de los directores más inasibles del último medio siglo, famoso por respetar sus propios tiempos de producción, desoyendo las leyes del mercado cultural, así como por su creatividad caprichosa. La idea de que cada uno es director de sus propios sueños revela lo que Carax entiende por cine, y la fusión sueño-película describe bastante bien No soy yo: un collage que rehúye de lógicas racionales, esquiva estructuras narrativas y se propone en cambio como una enorme y expresiva explosión afectiva.

Para sus muestras en torno al trabajo de directores establecidos —la lista incluye a Apichatpong Weerasethakul, Jafar Panahi, Christian Petzold y muchos más—, el Centro Pompidou de París les encarga un cortometraje a partir de la premisa “Où en êtes-vous?” (¿En qué andás?), con la esperanza de que cada artista ponga en pantalla sus intereses actuales y logre una suerte de “estado de la cuestión” de su propio derrotero creativo. Este es el origen de No soy yo, pero la muestra sobre Carax nunca se realizó (sospechamos a partir de la película misma que la cosa no quedó en buenos términos, ya que en la breve explicación el nombre del centro se reemplaza con una foto de Georges Pompidou, en silencio), y el director no está siquiera seguro de cómo responder a la pregunta. Literalmente dice al comienzo “No lo sé”, pero la forma que adquiere su respuesta fílmica es retrospectiva. El collage revisa toda su obra, citándola, y citando también muchas de sus influencias (Hitchcock, Chaplin, Bresson y más), pero recae a su vez en gestos provocadores —esperables quizás de Carax, y en ese sentido, también muy personales—, como fragmentar a Roman Polanski en los muchos hombres que ha sido (el sobreviviente del gueto, el huérfano, el viudo trágico, el pedófilo; de notar: nunca el director genial) o musicalizar con el himno estadounidense un mitin del partido nazi. En la película abundan los rostros de las estrellas recurrentes de Carax: Denis Lavant y Juliette Binoche, pero también cobran protagonismo otras figuras: Tintin, Godard (por alusión), Jonas Mekas (sólo en audio), las propias mascotas del director. Hay gran profusión de texto en pantalla, alterado juguetonamente, y en general con toques también autobiográficos. Por ejemplo, hacia el fin de la conversación con su pequeña hija aparece el título de su primer largometraje, Mala sangre (Mauvais sang). De inmediato se superpone a la segunda palabra pères, con lo que en pantalla se lee: “malos padres”. En poco más de cuarenta minutos, la película ofrece una cifra de las preocupaciones, obsesiones y diversiones del director, con varias pistas sobre su propio proceso creativo.

C’est pas moi es una frase coloquial en francés, pero también es uno de los primeros parlamentos de Alex, el personaje de Lavant en Los amantes de Pont-Neuf (1991), y a su vez, parte de la respuesta al reclamo de su hija sobre su inacción en el sueño. Tomado como respuesta directa a la pregunta del Pompidou, es enigmático, aunque también podría ser deliberadamente preciso: “¿En qué andás, Leos Carax?” “No soy yo”. Ahora bien, es sobre todo un título extraño para una película en primera persona, que muestra y reflexiona con tanta intensidad sobre la propia identidad de un artista profundamente personal. Así y todo, la reflexión de fondo de la película es siempre el cine, con lo que su carácter de ars poetica se reafirma. Como en casi todas sus películas, Carax piensa aquí en los sueños, pero también en el acto de ver. Hacia el final, explica que el ser humano necesita parpadear para conservar sus ojos en buen estado —llega a calcular la cantidad promedio de veces que una persona parpadea por día: veintiocho mil—; si no lo hace, se queda ciego. Pero en la actualidad, prosigue, las imágenes que se le ofrecen son tantas y tan veloces, que lo estimulan a no pestañear: hay que verlo todo. El propósito es dejarlo ciego. Es claro que en este punto “ver” excede su sentido literal y se vuelve metonimia de “pensar”, y más aún, de “actuar”. Así, concluye Carax: “Es necesario pestañear. La belleza del mundo nos lo exige”.

 

C’est pas moi (Francia, 2024), guion y dirección de Leos Carax, 41 minutos, disponible en Mubi.

10 Jul, 2025
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