Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
En octubre de 1976, siete meses después de producido el golpe de la Junta Militar y luego de recibir reiteradas amenazas, León Ferrari se exilia en Brasil junto con su familia. Queda en Buenos Aires su hijo Ariel, con quien mantiene contacto a través de correspondencia. En febrero de 1977 recibe su última carta. Su compañera, Liliana Bietti, quien también estaba en Brasil, viaja a la Argentina en junio de ese año para contactarlo, pero a su regreso al país es detenida y luego desaparecida. Ese mismo año, los Ferrari se instalan de modo permanente en la ciudad de San Pablo. Años más tarde sabrán que en aquel febrero de 1977, Ariel Ferrari fue asesinado por un grupo militar comandado por Alfredo Astiz, y su cuerpo trasladado al centro clandestino de detención de la ESMA.
Con curaduría de Andrea Wain, la muestra León Ferrari. Brasil 1976-1991, que se exhibe en la sala PAyS del Parque de la Memoria, es un recorrido por parte del trabajo del artista argentino en sus años brasileños. La muestra recupera material documental del archivo de la familia, como cartas familiares e intercambios con organismos internacionales para dar con el paradero de Ariel y Liliana, y hacer pública su situación de desaparecidos. Entre las obras que pueden verse están algunos de los recortes de la serie Nosotros no sabíamos, en la que Ferrari recopiló artículos periodísticos de la primera época de la represión militar con informaciones tales como “Aparecieron en Pilar 30 cadáveres dinamitados” o “Fueron hallados en la playa los cuerpos de una pareja asesinada”. Esas eran, diría mucho después, “noticias que se dejaron pasar como mensajeras del terror”.
Detenerse a observar la obra de Ferrari es exponerse a ser afectado por un mundo habitado por la belleza, la inquietud y la paciencia. En sus obras uno cree detectar las ocurrencias que podrían haberlas disparado, desarrolladas con obstinada y curiosa disciplina. En los meticulosos trazos de sus dibujos conviven la libertad, el rigor y la persistente aspiración del artista por hacer, a la que cada creador llega con la invención de su propia receta. Así, en la serie Errores, sus complejos entramados caligráficos en tinta china que comienzan en 1991 —año en que vuelve a vivir a la Argentina—, Ferrari ve “la línea pura serpenteando libre pero sin serlo: libre solo para equivocarse”, una definición de cómo puede ser vista la práctica del dibujo: “la suma de los infinitos perseverantes errores que comete la pluma al acariciar el papel al dejar su rastro negro de tinta china”. En las superficies blancas copadas por sus trazos hay una lógica del espacio que parece estar a punto de eclosionar, a pesar del ordenamiento maníaco y la abigarrada convivencia de unos elementos que parecen mostrarse justo antes de volverse incomprensibles. Ese punto de comprensibilidad de lo abstracto parece ser el centro de muchas de sus obras.
Ferrari creyó ver en sus heliografías “una arquitectura de la locura”, y en esos planos ordenados y a la vez laberínticos que parecen abducir la mirada vio representarse “lo absurdo, la locura necesaria que necesitamos para que todo parezca normal”. Pero el suyo es también el gesto de un bromista, y en muchas de sus obras uno puede reponer casi una chanza porteña hecha con fino sentido del humor, como cuando señala que el disparador de los poemas en braille impresos sobre las fotografías de mujeres desnudas de Man Ray fue “la idea de Borges ciego escribiendo poemas de amor” (a quien además le envía las primeras imágenes terminadas). Uno puede presumir la silenciosa risa del artista al imaginar al viejo y casto Borges acariciando esos cuerpos de mujeres desnudas al tiempo que goza con la poesía que lee en las marcas.
La religión católica y sus símbolos fueron otro de sus espacios privilegiados de batalla simbólica, de denuncia a través de las imágenes. Su obra más reconocible en este sentido, en gran parte por los escándalos que provocó, posiblemente sea La civilización occidental y cristiana, en la que un Cristo de santería yace crucificado sobre el fuselaje de un cazabombardero F-105 de la Fuerza Aérea estadounidense que pareciera estar cayendo en picada, con las bombas visibles sobre sus alas. Quien asista a la muestra en la sala PAyS tendrá además la oportunidad de encontrarse nuevamente con A los derechos humanos, la escultura sonora de Ferrari hecha con largas varas de acero inoxidable que se encuentra emplazada sobre el predio del Parque, a un centenar de metros del río en que los marinos que volaban arrojando gente eran confortados por los capellanes.
León Ferrari. Brasil 1976-1991, curaduría de Andrea Wain, Sala PAyS, Parque de la Memoria, Buenos Aires, 7 de diciembre de 2024 – 6 de abril de 2025.
Desde su título, la nueva muestra de Guillermo Carrasco nos obliga a hacer distinciones. Podemos trazar unos círculos donde diferentes “ellos” se conjugan con posibles “nosotros”, creando...
Tras subir las escaleras de las Galerías Larreta y entrar al local de FAN, el visitante se encuentra con diarios prolijamente calados y dos tomos de una...
En el principio, dice Rosana Schoijett, están Los sueños de Grete Stern, la fabulosa serie de fotomontajes que la fotógrafa alemana compuso en los...
Send this to friend