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ARTE

Cuando en 2002 el artista belga residente en México Francis Älys propuso la acción When Faith Moves Mountains [Cuando la fe mueve montañas], en la que, junto con un grupo de voluntarixs, paleó un médano en Perú con el fin de moverlo apenas unos milímetros, estaba planteando un problema de escala, una relación entre las acciones y los efectos: “máximo esfuerzo, mínimo resultado”. Para empezar, podríamos pensar por oposición a este aforismo, en el extremo opuesto, Ombux, la acción llevada a cabo por Rodrigo Túnica y Martín Bonadeo en el campus de la Universidad Austral en Pilar, en la provincia de Buenos Aires. “Un trabajo de hormiga”, dice Túnica. Empezó en octubre de 2022 —aunque en realidad cuatro años antes, con el cultivo de las semillas—: los artistas, con el apoyo de la ONG UnÁrbol, plantaron un total de ciento cuarenta y cuatro ombúes en cuatro clústeres de treinta y seis, trazando la forma de una Crux o Cruz del Sur, constelación del hemisferio celeste austral que, según Túnica, es venerada por los pueblos originarios del territorio y utilizada para definir los ciclos de la agricultura, aun antes de la Conquista cristiana. La obra mide ciento veinticinco metros de largo y setenta y cinco de ancho. Otra vez Túnica: “Los primeros tres años, humanx cuida a árbol. Después, árbol cuida a humanx para siempre”. Un trabajo de hormiga. Mínimo esfuerzo, máximo resultado. En teoría.

Por supuesto que las ideas de para siempre y mínimo esfuerzo conllevan relatividad, porque la eternidad acá se presenta solamente desde el punto de vista humano —es decir, más de lo que dure cualquiera de nuestras vidas, dada la longevidad de un ombú—, y la hazaña de plantar más de cien árboles se facilita cuando el esfuerzo es descentralizado, gracias a la participación de voluntarixs. Otra vez, accionar sobre una brecha, en la forma de una reforestación a pequeña escala o un paso hacia la promesa de un reverdecer. Un año después de la acción original, el 12 de octubre de 2023, los artistas volvieron al campo a replantar los árboles que no sobrevivieron a la sequía y a las heladas. ¿Esfuerzo moderado? ¿Resultado volátil? Si reescalamos la proporción entre los dos términos, alejándonos de la radicalidad de la máxima de Älys, vemos que ahora la obra se desarrolla en una mezzo-poética, ni en lo macro ni en lo micro, sino en las duraciones volátiles de lo intermedio. 

Pero Ombux tiene algo de radicalidad. Más que como realizadores de una obra de land-art, aquí los artistas operan como curadores, no solamente en el acto de seleccionar y disponer cosas en un orden determinado, sino porque curan en un sentido etimológico, cuidan y se ocupan del árbol, símbolo del porvenir. Como todos los activismos verdes, el proyecto se basa en la fe de un buen funcionamiento de la relación acción-efecto en tanto humanx-árbol, peca de ingenuo, confía en la promesa de que un mundo mejor es posible; se fijó un horizonte cargado de esperanza, una teleología autoproducida que pretende subir desde el suelo hasta el cielo, de la tierra al polvo de las estrellas.

Pero eso no significa que esté condenado nada más que al idealismo, porque se necesita (otra) fe para mover una montaña, y solamente la confianza en el símbolo de la curación produce la cura. En un presente atosigado por los afectos negativos —afectos de moda en el microactivismo político, y sabemos por Walter Benjamin que la moda es reaccionaria: “¿seremos demasiado occidentales para hablar de esto?”—, ¿podemos pensar en el diseño de una mezzo-política?, ¿podemos pensar siquiera en politizar la fe en un sentido no religioso sino ético, la esperanza, los afectos positivados? Al final, ellos también son parte de ese saber de carácter no elegante y no retórico de lo que Plinio el Viejo llama en Naturalis Historiæ “la parte más baja de la naturaleza”; es decir, la vida.

Entre ese materialismo sórdido y un romanticismo radical, entre la praxis y el ideal, existe Ombux, una estrategia de infiltración, una supervivencia. Pero del otro lado de la curación está el maleficio, el otro trabajo de hormiga que destruye cimientos y plantaciones. ¿Y si pensamos que, en vez de cuidarnos, el árbol nos buscará para matarnos? Definitivamente tiene el derecho de hacerlo. Y tiene la agencia. Plinio también dice que la semejanza —el arte en su historia natural— inicia con la certidumbre de muerte. Ahí nace el efecto apotropaico de la fatalidad tanática, la pulsión por atravesar el mal para revertirlo. Vitalismo, pese a todo.

Martín Bonadeo / Rodrigo Túnica, Ombux, Universidad Austral, Pilar, 12 de octubre de 2023.

16 Nov, 2023
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