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Pintura montada primicia

Juan Del Prete

ARTE

Esta es una muestra de las obras menos conocidas de Juan Del Prete (1897-1987), pero que recuerdan a las conocidas. Del Prete tiene algo continuo en su hacer. Pasó más de sesenta años haciendo lo que quería, se nota en las obras. Comparten no sólo colores, materiales y técnicas a lo largo del tiempo: lo que prima es una arbitrariedad, un juego que desoye cualquier relación con “el contexto”, salvo el de la intimidad.

El curador es Santiago Villanueva, una de las personas que vienen estudiando e insistiendo con la figura de Del Prete. Se notan sus juegos de montaje al recorrer la muestra: decidió disponer las esculturas y las pinturas apelando a cierto amontonamiento de galpón, con un verde pálido medio estatal que prevalece y zonas donde la arpillera repite algo sobre el problema de la tradición, cuestión recurrente en las intervenciones del azuleño.

Del Prete es un clásico para grandes y chicxs. Un artista precursor y riesgoso en la misma recorrida. En él, no hay una contradicción entre lo viejo y lo nuevo. Las obras no están resueltas, o al revés: lo resuelto nunca está en las obras. Genera efectos recíprocos o intercambios de efectos entre materiales de tipo “modernos”: partes de un aire acondicionado, secaplatos, cubeteras, cartones corrugados, pedazos de lámparas, plásticos y, sobre ellos, obviamente pinturas pintadas en complemento con estos materiales. Nada no encaja. Cada cosa parece emparentada con su otra antagónica. Se fue poniendo cada vez más pordiosero con los años. Más un utilizador de materiales que un estilista, más experimentador que proyectista. Más un bricoleur que un etnógrafo.

Pero todo esto es a juicio del espectador, porque la única “ficha técnica” de cada una de las obras es su año de realización. Ninguna especifica la técnica, porque Del Prete hace lo que hace bajo el influjo del collage, que es la no-técnica por excelencia. O mejor, la técnica de acumular técnicas, de acumularlas con cierta capacidad de poner junto lo que aparece separado, ya sea en la historia del arte o en la vida de la gente.

Hay dos hilos para conectarlo para adelante y para atrás. Por un lado, una de las pinturas más raras, una especie de sistema de paisaje sintetizado con unos círculos casi bien hechos, que parecen el ejercicio trash de la apropiación de Kandinsky. Por el otro, una conexión más particular: después de ver la muestra me parece que algo de los carritos de Maresca trata sobre la técnica Del Prete: la manera en que ocultan los elementos a través de un color puro y plano (Maresca, el blanco; Del Prete, varios pasteles), pero a la vez dejan claros y evidentes los elementos. Maresca desarmó en cuatro carritos lo que Del Prete ejercía sobre un elemento único, sobre una pieza integral. A muchas de esas piezas se les ven los elementos con los que las hizo. Pero a la vez están revestidas de algo que los unifica, sean colores habituales o dorados con algo de arte de anticuario.

Las obras son una sola cosa, una sola idea expandida. El tiempo de Del Prete es cíclico. Se rige por una máxima cercana a “siempre empezar de nuevo”, desde un mismo punto que no sabemos cuál es. Ver sus obras así, de a muchas, permite darnos cuenta de que su arte es una estructura general (un nombre, un estilo, un delpretismo evidente al verlo) y a la vez única, libre en doctrina, con leves variaciones cada tanto que generan algo nuevo de sopetón. Es indispensable pensarlo siempre en conversación con Yente. Por lo que comparten y por lo que se distinguen entre sí, a fuerza de aprender del otrx.

Juan Del Prete, Pintura montada primicia, curaduría de Santiago Villanueva, Roldán Moderno, Buenos Aires, 27 de julio al 28 de agosto de 2020, de 11 a 17 con cita previa.

27 Ago, 2020
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