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Puedo vivir bajo tierra

Luciana Lamothe

ARTE

Una fotografía de Luciana Lamothe orinando en la calle integra un muestrario formal, a lo Karl Blossfeldt, de meadas sobre distintos tipos de baldosas que introducen la primera exhibición en El Dije, enfocada en acciones microvandálicas realizadas por la artista en la Buenos Aires post-2001.

Otra sucesión de fotografías narra la búsqueda del lugar de la acción, su ejecución y el después: somos espectadores y cómplices de un secreto riesgoso. El clímax es el derramamiento de pintura sobre el ángulo que une el piso y la pared de un shopping a cargo de la materia pictórica que cae del balde sin intervención de Lamothe (contrario a Lynda Benglis en 1969). Así, la figura de la artista se aparta del centro de la acción para operar desde la planificación y el registro anónimo y solitario, en un momento de numerosas intervenciones urbanas colectivas.

La huella fresca de la acción es el foco de algunos registros: el parabrisas de una moto marcado por un pegamento y su pomo, la madera de una puerta marcada por la punta de una gubia. En ciertos casos, la toma subjetiva documenta la acción de una mano que desatornilla una manilla, despega la señalética de seguridad con que se cubre una heladera o toca timbres de un edificio. Algunas fotografías sugieren que Lamothe no estaba siempre sola y la vemos desarmando un auto abandonado o trepando la cortina de un local.

Es la potencia, entonces, la idea central de la muestra, condensada en dos imágenes donde el poder golpeador de un mazo es referido por su cercanía al vidrio de un auto. La potencia de las herramientas y los materiales, claro, como se ha dicho de esta serie. Pero también la potencia del hacer en el arte y desde el arte, aunque cierta mirada desilusionada califique los frustrados proyectos vanguardistas como un callejón sin salida. Sin embargo, sabemos por experiencia, voluntad y reflexión que la historia continúa y que “destrucción y construcción son mecanismos asociados. Nada se puede construir sin una etapa previa de destrucción”, como dijo Aldo Pellegrini a propósito de la muestra Arte destructivo (1961).

Pero es quizás también la potencia de abrir un espacio que hace presente el pasado. En la larga historia local de asociaciones de artistas —el campo argentino del arte fue fundado por artistas—, muchos espacios se abren con el fin de exponer producciones del presente. Podría pensarse, cayendo en una simplificación respaldada por las pocas pruebas que demuestren lo contrario, que hoy la facultad de exponer e interpelar el pasado sólo radica en los museos, galerías o instituciones de arte y no en espacios jóvenes independientes. Así, la operación de El Dije es la de socializar imágenes del pasado y sacudir su potencial en el presente.

La década de dos mil es recordada por sus protagonistas, pero es incierta para las nuevas generaciones, especialmente porque el pasado más reciente, que se debate con frecuencia, es la ya lejana década del noventa. Ante la sed de “lo nuevo” en el arte contemporáneo, es vital recordar que las construcciones de genealogías, afinidades electivas e historias del arte son constitutivas de todo presente problematizado(r). Un presente-palimpsesto en el que conviven espacios, trayectorias, voces y tiempos por momentos silenciados por una autorreferencialidad radical, pero que en El Dije se cuestiona y expande.

 

Luciana Lamothe, Puedo vivir bajo tierra, El Dije, Buenos Aires, 3 de junio – 17 de julio de 2021.

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