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Todo es ficción

Washington Cucurto

ARTE

“El plagio” no existe, dicen Kirby Ferguson y Washington Cucurto, todo es un remix de un remix, la creatividad de los artistas se alimenta de creadores anteriores y se cita (o no) en la propia obra. Si la muestra de Cucurto está en los pasillos del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires es porque la literatura hace rato que no lo puede contener y es la manera en que el star system del arte contemporáneo lo pone a prueba. No está en una sala, está en los pasillos.

Sus composiciones son desmesuradas, irónicas e irrespetuosas en el sentido más conservador de la palabra. El texto de los curadores lo considera festivo, pero en cuanto entro al museo veo que los cuadros ni siquiera tienen marco: apenas están pegados con desprolijidad con una cinta de papel. “Festiva” es la fascinación de los curadores; los cuadros son solemnes, ambiciosos, difíciles. De festivos no tienen nada.

Mi hijo me dedica dibujos y los pega en las paredes de mi taller de la misma forma que el Moderno sostiene la obra de Cucurto: como gesto para “rebeldear” las costumbres, un culo en primer plano, a metros del baño del museo, para “incomodar”, ubicado en los pasillos para decir “está en los bordes del sentido”. Pero Cucurto no quiere los bordes ni le interesa “el afuera”, quiere toda la torta para él en fila, un bocado a la vez. Imagino el monólogo hacia los curadores: no hay marco, no pongo marco, qué marco, el marco soy yo, el marco es el museo, no, tampoco, el museo no me contiene, el arte plástico no me contiene, ustedes no me contienen, lo que yo hago le desborda a cualquiera, poneme donde quieras porque voy a estar en todas partes.

El arte que produce Cucurto tiene la ambición de una relojería pulcrísima. No hay caos. Antes siquiera de publicar su primer libro tenía leídos a los mejores poetas y eso fue un secreto hasta hace poco. El mejor ejemplo, en esta muestra, es el cuadro de Virgilio Piñera; cada elemento en el collage tiene una misión (los personajes, el homenajeado, las frases, los colores, los recortes de diarios) que buscan el choque frontal con quien observa. Las esquirlas de ese choque son escombros de sentido que buscan utilidad en debates, reseñas, burlas, fascinación o decepción de cada una de esas personas que se animan a pararse frente a la obra. Porque no es gratis estar frente a un Cucurto: darle una observación profunda a uno de estos cuadros resquebraja por dentro, mutila a traición y ahí, creo con total sinceridad, se devela esa furiosa energía que “okupa” la mirada de quien se anima a estar en silencio. Es un equilibrista de la estafa, sus cuadros son cerbatanas de soberbia lanzadas al galope de un cimarrón en celo, y en el museo me sentí una víctima dócil que se dejó llevar por lo “festivo” de sus colores y texturas.

La fiesta es un arma, no una distracción. Es una herramienta de energía. Cuando yo era pobre, la usaba para descomprimir y conseguir más nafta para incendiar a los que me pisaban la cabeza. Ahora soy clasemediero, cada vez más timorato, y ver estos cuadros me provocan ganas de entrar a una estación de servicio, llenar el tanque y sacar la mira telescópica porque encuentro al Cucurto que me gusta y admiro: el de los poemas del repositor, al Cucurto que subestiman por trabajar con cartoneros, por negro, por prolífico, el Cucurto laburante, el obsesivo, el ineludible.

La búsqueda por trascender explica la producción en este formato de larga tradición y prestigio que recuerda a Berni o Regazzoni. La operación de colocar imágenes o nombrar artistas de enorme calidad (el mismo Piñera, James Baldwin, Susan Sontag, Paul McCartney) como componentes de una bomba de alto impacto es una voraz estrategia que me conmueve y se impone y se impuso y se seguirá imponiendo en el museo, sí, en muchos otros museos también y en muchas otras personas, pero por mal que les pese a los guardianes del statu quo, esto no empezó en los cuadros. Esto no empezó en sus novelas atrevidas de frenético revisionismo histórico ni en sus poemas de realismo atolondrado. Esto empezó antes, mucho antes, y seguirá por todas partes.

Washington Cucurto, Todo es ficción, curaduría de Victoria Noorthoorn en colaboración con Álvaro Rufiner, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 9 de septiembre de 2021 – 28 de febrero de 2022.

9 Dic, 2021
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