Dice Mark Strand (1934-2014) en La historia de nuestras vidas: “Si solo hubiera un momento perfecto en el libro; / si tan solo pudiéramos vivir en ese momento, / podríamos comenzar el libro de nuevo / como si no lo hubiéramos escrito, / como si no estuviéramos en él”, y cierta idea, cierta “resonancia” de posición, de cambio de posición que nos propone en tanto auscultadores de lo escrito, juega a su favor cuando concluimos la lectura de Sr. y Sra. Baby. Volvemos entonces a los cuentos descubriendo que para abordarlos es preciso cortejarlos desde otro ángulo: la expectativa de lectura se desplaza menos al terreno de la peripecia que al de los súbitos arrebatos del lenguaje. Porque sin duda la seguidilla de pequeñas historias está plagada de situaciones en el sentido más clásico del término: un hombre encuentra al espíritu de su padre en lo circundante; otro hombre salta patológicamente de amor en amor; un presidente dimite aclarando que su pronóstico meteorológico no era el esperado; un sujeto expresa haber llevado una vida anterior plena siendo un perro y una pareja se construye en nuestro imaginario a través de miles, millares de referencias foráneas, y la lista sigue.
A lo largo del libro, decíamos antes, afloran marcas del estilo poético de Strand cuyo frenetismo, suponemos, no puede sofrenar: “Mi fondeadero han sido las lasitudes del arte”, se lee en una parte; “El mero nombre sigue percutiendo dentro de mí una cuerda de pasión mágica”, se lee en otra; “Pero la ordalía de soledad se volvió fatigosa”, y etcétera. La lectura entonces se vuelca a un entre deux: vamos y venimos desde y hacia lo argumental, desde y hacia lo poético.
Hay una idea con la que coquetea en la entrevista con Wallace Shawn que se incluye al final del libro y es que, al fin y al cabo, no importan los temas, la tara y la tarea del poeta es construir un idioma propio e identificable. La pregunta que surge al merodear esta singular producción narrativa del escritor es ¿por qué escribir cuentos si lo que le interesa es explorar los mecanismos de la lengua? Nada mejor que un poema que moldee una respuesta plausible: “En un campo / soy la ausencia / de campo. / Esto es lo que / siempre sucede. / Allí donde esté / soy lo que falta. / Cuando camino / separo el aire / y el aire siempre / se mueve para / rellenar los espacios / en los que ha estado mi cuerpo. / Todos tenemos razones / para movernos. / Yo me muevo / para mantener las cosas unidas”. Es a partir de ese desplazamiento deliberado que alcanzamos a entender la ofrenda, a acusar su recibo de propósito.
Por último, es preciso aclarar que la gracia verbal del libro se la debemos a Marcelo Cohen. Hace pocos años Ezequiel Zaidenwerg agregó a la lista de Strand en español una magnífica, empática traducción de Me va a encantar el siglo XXI (Gog & Magog). Ahora Cohen se confirma como el traductor indicado para devolvernos a este Strand despojado de ropajes de oficio, descomedido en la sutil cadencia de la frase y copioso en la fina costura del estilo.
Mark Strand, Sr. y Sra. Baby y otras historias, traducción de Marcelo Cohen, introducción de Eugenia Almeida, Leteo, 2021, 173 págs.
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