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All the Beauty and the Bloodshed

Laura Poitras

CINE y TV

El comienzo de la última película de Laura Poitras recuerda el vértigo de Citizenfour, su palpitante documental de 2014 que registra en tiempo real los días en que Edward Snowden filtró a la prensa mundial pruebas del espionaje masivo de las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos. Con el mismo ímpetu y el mismo riesgo, All the Beauty and the Bloodshed, León de Oro en el Festival de Cine de Venecia, se abre en marzo de 2018 con la primera acción pública de PAIN (Prescription Addiction Intervention Now), un grupo de sobrevivientes y familiares de víctimas de la adicción al analgésico OxyContin fundado por la fotógrafa norteamericana Nan Goldin para desenmascarar y demandar a la familia Sackler, los multimillonarios filántropos dueños de Purdue Pharma, responsables de la mayor crisis por consumo de opioides de la historia de Estados Unidos. Junto al Templo de Dendur, el colosal monumento egipcio que corona el Ala Sackler de Museo Metropolitano de Nueva York, Goldin y su grupo arrojan cientos de frascos vacíos de píldoras a la fuente en que el templo se refleja y, enseguida, desafiando a cuidadores y guardias de seguridad, se tienden en el piso al grito de “Cien mil muertos”, “Los Sackler mienten, la gente muere”, “Los Sacklers sabían que las píldoras los matarían”. La imagen de los frascos vacíos flotando en la fuente que cierra la secuencia duele como pocas que se hayan visto en el museo.

Cuatro años más tarde, los muertos son más de medio millón y los Sackler siguen impunes, pero Goldin les ha ganado una batalla simbólica que los desnuda y revela la connivencia de las instituciones artísticas con las fortunas oscuras de sus benefactores. Y aunque Poitras la acompaña cámara en mano durante esos años, el presente acalorado de las protestas de PAIN en la Universidad de Harvard, el Guggenheim o el Louvre se confunde con el pasado de Goldin, como si el hilo invisible del montaje persiguiera una corriente subterránea que aúna la lucha de la activista con la biografía y la obra de la fotógrafa. Víctima ella misma de la adicción al OxyContin después de una cirugía de muñeca en Berlín, víctima de la violencia de género en uno de sus autorretratos más célebres, Goldin se revela también como una víctima de la hipocresía de su propia familia y de “la trampa enloquecedora y represiva de los suburbios”. Las posibilidades del cine documental se multiplican y se combinan en una forma nueva, facetada y rapsódica, que confía en la elocuencia narrativa del montaje y acecha la verdad de lo que se cuenta ampliando el espectro de los documentos. Las secuencias nerviosas del cinéma vérité se alternan con los slideshows y las miles de fotos con que desde La balada de la dependencia sexual Goldin retrató a otras víctimas —de la adicción a las drogas, la marginación, el sida— y cambió el rumbo de la fotografía documental con la inmediatez cruda del sufrimiento, la rebeldía y el brillo dolido de la contracultura norteamericana de los setenta y los ochenta. Pero también con el recuento doloroso de la vida, que la propia Goldin recompone en off con la voz cascada, mientras la imagen en movimiento del cine se detiene en las diapositivas, los documentos, los retratos ajados del archivo. “Es fácil contar tu vida en historias”, dice Goldin en el comienzo, “pero es más difícil preservar los recuerdos verdaderos”.  “La experiencia tiene olor y es sucia y no se cierra con finales simples”. Los informes de los institutos psiquiátricos en que su hermana mayor fue recluida, su rebelión contra un medio asfixiante y el suicidio a los dieciocho años que los padres ocultaron se revelan como el urtext de su propio inconformismo y su compromiso artístico y vital con los marginados, los vulnerables, los caídos.

Y aunque como en todo documental el final ya ha sido escrito, conviene no revelar las últimas conmovedoras secuencias con que Poitras cierra provisoriamente el caso junto al Templo de Dendur con simetría oportuna. La módica victoria de Goldin contra los Sackler en el Metropolitan y en museos de todo el mundo es también una victoria contra el puritanismo cerril que aún anida en la sociedad norteamericana y la hipocresía de los poderosos que lavan sus culpas amasando colecciones y prodigando dádivas a las instituciones del arte.

 

All the Beauty and the Bloodshed (Estados Unidos, 2022), dirección de Laura Poitras, fotografía de Nan Goldin, 117 minutos.

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