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Mis paseos por la plaza de armas de Concepción en los años noventa tenían siempre como punto de inflexión, después de la pizza y los helados, el sitio donde había ocurrido la inmolación de Sebastián Acevedo Becerra en 1983, frente a la Catedral, en plena dictadura. La historia de ese trabajador quemado a lo bonzo en demanda por justicia, en ocasiones consagrada en carteles y homenajes, pero sobre todo transmitida oralmente, rompía la atmósfera de normalidad de la época y reactivaba el dolor de una herida todavía abierta en el cuerpo social. Su muerte reaparecía en la memoria colectiva como un síntoma del trauma que el golpe había provocado en la sociedad chilena, induciendo una reacción suicida ante el miedo y la impunidad.
En esto se enfoca El don absoluto. La historia de Sebastián Acevedo. En secuencias y entrevistas originales contrastadas con material de archivo, el documental permite aproximarse al pasado y presente del martirio de un padre que exigía la liberación de sus hijos secuestrados por la CNI (Central Nacional de Informaciones), la policía política de Pinochet. Comienza en lo más íntimo de la historia de Acevedo: los testimonios de los hijos por los cuales se inmoló, Galo y María Candelaria, en los lugares donde su padre vivía, trabajaba y se divertía, puntualmente la comuna de Coronel, en la costa de la provincia de Concepción. A través de estos testimonios cuidadosamente presentados, conocemos a Sebastián Acevedo como parte de una familia de dirigentes comunistas, con una fuerte conciencia de clase y arraigados valores cristianos —de ahí que se inmolara frente a la Catedral de Concepción, un hecho que empujó a la Iglesia a tomar un rol más activo en la defensa de los derechos humanos—. Aquí se abre una avenida interesante de reflexión en la medida en que la vida y muerte de Acevedo son contadas por sus hijos, es decir, las víctimas de tortura por las que el padre se inmoló. En ese sentido, Morandé navega entre el documental de los padres y el documental de los hijos, entre la memoria y la posmemoria, como si Missing (Costa-Gavras, 1982) se cruzara con Mi vida con Carlos (Germán Berger-Hertz, 2009).
Tras profundizar en los hechos posteriores a la inmolación de Sebastián Acevedo, desde la despedida de la hija por teléfono y el funeral masivo, la película transita hacia su transformación en símbolo de la resistencia a la dictadura, representado sobre todo en el “Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo”. Morandé explora el modus operandi de este movimiento, en el que participaban activistas y religiosos comprometidos con la lucha no violenta contra la dictadura, ahondando en los medios de resistencia en un contexto de represión militar y reconstruyendo mediante el testimonio acciones emblemáticas de la época: denuncias públicas, colaboraciones con la Iglesia, cantos de protesta e incluso inacción frente a la violencia policial. Estos medios no violentos de lucha contrastan con los métodos populares de resistencia que describen los hijos de Acevedo, entre los cuales se contaban los cortes de luz y las barricadas. Así el documental establece una sutil conexión con el estallido social de 2019, mostrando la reactivación del “Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo” en un contexto de renovada represión en tiempos de democracia. Morandé plantea el potencial transformador de la no violencia, sobre todo al mostrar el juramento de María Candelaria Acevedo como diputada de la república tras el estallido social.
Los momentos dramáticos y archivísticos alternan con una muy interesante capa de análisis teológico-político de la inmolación de Sebastián Acevedo por parte de sacerdotes y sobre todo del filósofo Rodrigo Karmy, para quien su martirio constituye un acto popular de resistencia que difiere del sacrificio como parte del relato de la clase dominante sobre la inmolación. De ahí su transformación en canalizador de la imaginación política, explica Karmy. Pero si bien es cierto que Acevedo se vuelve un símbolo de la lucha no violenta contra la tortura, su acto no puede ser reducido a la gestualidad. Por el contrario, el documental sobresale por retrotraer al mártir al terreno de la vida, de la historia, de los cuerpos y los afectos, principalmente los de sus hijos y las personas que lo asistieron después de la inmolación, haciendo del símbolo una presencia más tangible y del acto de inmolación un gesto incómodamente más comprensible.
El don absoluto. La historia de Sebastián Acevedo (Chile, 2024), dirección de Josefina Morandé, 78 minutos.
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