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El seductor

Sofia Coppola

CINE y TV

El original de Don Siegel estuvo siempre más cerca de ser un film de culto que un verdadero clásico, quizás por lo (supuestamente) concentrado de su raíz machista/reaccionaria. El contexto político y cultural posterior a la árida década de los setenta del cine norteamericano —esa en la que, todavía, tipos como John Milius o Paul Schrader podían filmar ciertos temas sin que se les endilgara la etiqueta de “retrógrados” aun antes de ver la película en cuestión— no le jugó a favor a un film pergeñado por dos hombres de derecha (Siegel/Eastwood) que retrataban con mucho cinismo y una moral ciertamente portátil el abordaje de un grupo femenino por parte de un depredador sexual. Thriller psicológico con pretexto bélico, The Beguiled (1971), en la que el por entonces sex symbol Clint Eastwood seducía al plantel completo de pupilas de un internado de señoritas durante el apogeo de la Guerra de Secesión norteamericana, apareció el mismo año que Los perros de paja de Sam Peckinpah, con la que compartía cierta idea viscosa e hiperbólica del sexo como apoteosis mental antes que física. La diferencia entre ambas era, no obstante, de tono: Eastwood y Siegel iban por el lado del gótico estrujado con crueldad, mientras que la pesadilla de Peckinpah parece, aún hoy, sacada de un manual psicoanalítico incendiado.

Sofia Coppola es hábil. No relee el film de Siegel desde esta época “progresiva” en cuanto a políticas de género (treta que hubiera lastrado el film por burda y evidente), pero lo rehace con sutileza (que no es lo mismo), reconfigurando levemente —y con recursos estrictamente cinematográficos— el “ánimo de época” que pasa a través de cualquier obra artística. A la abrumadora y primitiva frontalidad del original, Coppola responde poniendo las mismas tensiones en un contexto mucho más qualité, que le permite respetar casi textualmente pasajes del film de 1971 aunque variándoles el significado. Su película está mucho más cerca del terror “puro” y de diseño que la cachonda fantasía de Siegel (la opresión y oscuridad de su puesta en escena son majestuosas e imponentes), y los comentarios ideológicos aparecen en ella por decantación, en la medida en que no podrían existir sin la presencia latente del film que la precedió en el tiempo. Y lo que antes eran puntadas gozosas y calientes sobre la resistencia libidinal del espectador ahora parecen desbordes de un sufrimiento romántico que todos los personajes comparten por igual aunque se turnen en su exhibición, lo que resulta en una película mucho más “equilibrada” desde el punto de vista dramático. En ambos films las condiciones de víctimas y victimarios siguen repartidas, pero el film de Coppola es mucho más ambiguo que el de Siegel porque este último no disimulaba qué quería decir y tampoco lo consideraba necesario. Habrá, entonces, quien acuse a Coppola de no tomar partido, así como habrá que concederle que cualquier variación en el tono la hubiera aproximado peligrosamente a perpetrar una apostilla feminista en una época proclive a obviedades y redundancias. En el peor de los casos, lo que queda es un juego parecido al de las siete diferencias, con un atractivo especial en la comparación entre la memorable Geraldine Page del original y la sorprendente Nicole Kidman de esta actualización, a la que una cada vez más afianzada gelidez interpretativa (y una sucesión de desafortunadas cirugías plásticas, digámoslo) quizás la esté transformando en la gran villana del cine norteamericano por venir.

 

The Beguiled (EEUU, 2017), guión de Sofia Coppola sobre la novela de Thomas P. Cullinam, dirección de Sofia Coppola, 93 minutos.

16 Nov, 2017
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