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El último libro traducido de Mark Fisher —figura casi de culto en los últimos tiempos, cuya obra, de tan versátil, cuesta clasificar— es, en varios sentidos, un artefacto textual extraño. Parece funcionar en principio como una guía de libros y películas, pero es, a la vez, independiente de estos; como si, de alguna manera, las reflexiones atravesaran los objetos concretos sobre los que se posan.
Para explicar esta extrañeza, quizás ayude señalar que se trata del primer volumen de una casi titánica compilación póstuma de los escritos que Fisher publicó en su blog, k-punk, a lo largo de más de una década. Hablo de una empresa titánica porque quienes la emprendieron en la editorial británica Repeater no hicieron una “mera” compilación, sino una selección y una clasificación tan concienzudas como complejas. En el primer volumen de la edición argentina encontramos sólo sus dos primeras partes, que reúnen textos sobre libros y sobre pantallas varias; en los próximos dos volúmenes, podemos esperar las entradas sobre música y sobre política, así como sendos apartados que recogen sus entrevistas y otras reflexiones. Ya desde este primer volumen, es imposible no notar lo difícil de la partición entre sus dos secciones, la inevitable hibridación que se produce entre ellas. Y es que varios de los textos, en rigor, podrían haber pertenecido con todo derecho a cualquiera de los dos apartados (como cuando analiza El resplandor yendo y viniendo entre la película y el libro). Pero, además, en general Fisher lee los libros a través de las películas, aborda las películas con lecturas; y no parecen ser, para él, dos regiones del discurso del todo separadas.
Esto acaso tenga que ver con su peculiar manera de entender y de practicar la reflexión, la intervención intelectual, la crítica cultural —¿la filosofía, quizá?—; lo que puede que sea una de las principales razones del impacto creciente de su obra. K-punk es un artefacto singular, en un sentido más importante, porque nos muestra formas heterogéneas, versátiles, comprometidas de ejercer el pensamiento. Por un lado, porque se trata de textos de blog, lo que le permitió explorar un discurso informal pero serio, marginal pero exigente, y situado de lleno en las coordenadas culturales y políticas que lo interpelaban. Son además textos de blog hechos libro; y no estamos acostumbrados a sopesar —literalmente— la cantidad de tinta y papel, todo el sudor, la teoría y las esperanzas que se alojan en el mundo virtual. Pero también, por otro lado, porque Fisher tenía una manera bastante especial de reivindicar y practicar la crítica propiamente dicha, la “capacidad negativa” en general: con sagacidad e ironía, pero sin caer en lo destructivo, sin perder el norte. Tenía en claro que la crítica, aun la más demoledora, se vuelve necesaria por la convicción de que no todo da lo mismo; y que quizá sólo se sostenga en una fe sin sustento, difícil y paradójica (como toda fe), en el valor que tienen las cosas de este mundo perdido.
Mark Fisher, K-punk. Volumen 1. Escritos reunidos e inéditos (Libros, películas y televisión), traducción de Fernando Bruno, edición de Darren Ambrose, prefacio de Simon Reynolds, Caja Negra, 2019, 392 págs.
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