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Las excéntricas

Virginia Woolf

TEORÍA Y ENSAYO

Muchas mujeres, sobre todo las que no aceptan quedarse en el molde, fueron y siguen siendo tildadas de locas, histéricas, trastornadas; las feministas lo han denunciado desde temprano. En eso, la feminista y suicida Virginia Woolf no fue la excepción. Ahora bien, en Las excéntricas Woolf nos legó también una manera de esquivar el peso de semejantes etiquetas. Las excéntricas, dice, “inventan una categoría propia. Amplían las opciones al alcance de las demás”.

En ese espacio abierto, sin embargo, las cosas no son simples. La negatividad de la locura no se revierte sin más en una excentricidad positiva y ligera. Ser excéntrica, estar fuera del centro, también es estar en los márgenes, quedarse afuera; esa tensión no se resuelve. La reivindicación de la excentricidad no es en Woolf una romantización de la locura, como la que se encuentra con tanta facilidad en figuras masculinas: para las mujeres la compensación del “genio” no estaba disponible. Así, aun con su humor tan característico, Woolf no minimiza el sufrimiento de vivir en el margen. Pero la excentricidad, sin desconocerlo, inventa también un espacio habitable. Un espacio donde hay belleza y diversión y donde al menos se habilita, como observa Matías Battistón, “la posibilidad de representar su fastidio ante un centro ajeno y desdeñoso”.

La galería de excéntricas que Woolf reúne a lo largo de su vida es muy diversa. Las encuentra en los libros de historia y de biografías —aunque, por supuesto, allí solo se las mencione al pasar, por sus relaciones con “grandes hombres”—, entre sus contemporáneas, entre sus vínculos. “Excéntricas” es la única palabra que les cabe a todas, porque deja mucho lugar para lo diferente y lo inesperado. Es una etiqueta mínima. Como anota en uno de estos perfiles, “la gente con la que vivimos es la última a la que quisiéramos definir con una sola palabra”; y, de hecho, es difícil resistir la impresión de que lo que está buscando Virginia es trazarse una genealogía, conseguirse compañeras para habitar esa “categoría propia”: ese cuarto propio.

La excéntricas es un libro que Woolf deseó, pero nunca llegó a escribir. Es en sí mismo un libro raro, excéntrico, cuya misma autoría podría debatirse: los textos que lo componen llevan la firma de Woolf (son ensayos, reseñas, partes de cartas, fragmentos de su diario), pero ¿es acaso un libro de Woolf si ella ni siquiera pudo empezar a componerlo como tal? Claro que, como buen excéntrico, este libro no disimula en ningún momento su carácter extravagante. Desde la primera línea de su prólogo, Battistón —coautor extemporáneo del libro, me animaría a decir— explica: “Detrás de las obras editadas están las inéditas, y detrás de las inéditas, las no escritas”. La premisa que hace posible publicar un libro no escrito es audaz y, aun así, la aceptamos con intriga y alegría. Cómo no: significa que, ochenta y un años después de su muerte, todavía podemos leer nuevos libros de Virginia Woolf.

 

Virginia Woolf, Las excéntricas, selección, prólogo, traducción y notas de Matías Battistón, Godot, 2021, 152 págs.

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