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Memorias de un revolucionario

Víctor Serge

TEORÍA Y ENSAYO

¿Cómo se construye una sensibilidad? ¿De qué materiales puede estar hecha una vida? Víctor Lvóvich Kibálchich nació en Bruselas en 1890 y murió en Ciudad de México en 1947. Entre ese nacimiento, signado por el exilio de un padre revolucionario y una madre proveniente de la burguesía de San Petersburgo, y esa muerte, ya transformado en Víctor Serge, transcurrió una vida constituida por la experiencia del hambre, las lecturas tempranas de Shakespeare y Chéjov, y la participación en algunas de las principales experiencias político-revolucionarias de comienzos del siglo XX. La edición argentina de Memorias de un revolucionario devuelve al mercado editorial hispanoamericano, a través de la colaboración entre los sellos Tinta Limón y Traficantes de Sueños, la imagen de las grandes revoluciones de la Modernidad impresa en la fantasía colectiva.

Ya en el prólogo, Carmen Castillo incluye una cita del revolucionario ruso donde adelanta la ambivalencia que caracteriza este libro. Serge confiesa: “Los muertos están para mí muy cerca de los vivos, distingo mal la frontera que los separa”. Castillo se refiere a él como un “fantasma fiel”, un espectro amistoso que permanece en el presente. Y es en este sentido que puede pensarse a Serge a través de la imagen que la autora chilena utiliza: Serge es un fantasma fiel que transita en dos direcciones: en sus Memorias de un revolucionario revisita su pasado, vuelve sobre la experiencia del hambre durante su infancia en Bruselas a finales del siglo XIX, sobre la experiencia de la cárcel condenado por propios y extraños, sobre la experiencia del auge y la caída de un proyecto revolucionario; y, a su vez, la reedición de estas memorias lo dirige hacia el presente, como si la puesta en circulación de sus testimonios sobre su participación en la primera línea de la Historia nos convocara a mirar el halo de una estrella.

Comunista libertario, en “Mundo sin evasión posible” narra su infancia: las conversaciones de sus padres referidas a procesos judiciales, a ejecuciones, a fugas a través de los caminos de Siberia y a grandes ideas constantemente puestas en tela de juicio, la muerte prematura de su hermano, las buenas bibliotecas y las lecturas de Piotr Kropotkin, Élisée Reclus y Max Stirner forjan la sensibilidad del futuro hombre de letras y camarada revolucionario que en su juventud suscribe con reparos al anarcoindividualismo, dirige la redacción de l´anarchie, y en su madurez participa, como funcionario de la Internacional, de la revolución iniciada por el Partido Bolchevique. Ya en “El peligro está en nosotros”, advierte que la revolución en marcha, una vez en el poder, se ha transformado en un régimen totalitario: el bloqueo económico, las condiciones de vida que enfrentan los trabajadores, las huelgas y el espíritu crítico que había caracterizado el proceso revolucionario en un comienzo tienen como respuesta la represión de un Estado totalitario que condena a Serge primero a la cárcel y luego a su exilio final en Ciudad de México, donde termina por escribir gran parte de su obra.

Si bien a lo largo de estas páginas podemos acceder a los testimonios de un militante comunista que forma parte de uno de los grandes proyectos colectivos de su tiempo, paradójicamente, en Memorias de un revolucionario puede verse, sobre todo, la conciencia de un individuo frente a los avatares de una época que se resuelve cayendo sobre sí como caen las olas con todo el peso de la marea.

 

Víctor Serge, Memorias de un revolucionario, prólogo de Carmen Castillo, edición, prefacio y notas de Jean Rière, traducción de Tomás Segovia, Tinta Limón-Traficantes de Sueños, 2023, 608 págs.

22 Jun, 2023
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