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Desde hace muchos años, los habitantes de los países centrales, aunque no solamente ellos, se dividen en “legales” e “ilegales”. La ciudadanía que algunos poseen y a otros les es negada resulta inseparable de su rastro documental. Hasta es posible ser juzgado por no poseerlo. En Permiso para viajar, Patrick Bixby ofrece una potente mirada sobre las luchas relacionadas con la aparición de los pasaportes y reflexiona, a través del concepto de “nuda vida” de Giorgio Agamben, sobre la manera en que algunos grupos humanos son despojados de su agencia política y reducidos a meros cuerpos cuando se les niega este documento.
“Que se vaya, se le hará el pasaporte” es una frase que podría parecer actual, pero en realidad es una cita de Enrique V, la obra de Shakespeare que retrata al rey del siglo XV. Bixby, profesor de inglés de la Universidad de Arizona, nos recuerda que el uso de esta licencia se remonta muy atrás en la historia y utiliza para eso sobre todo ejemplos literarios y cinematográficos. A través de los ojos de escritores y artistas persigue la idea de pasaporte, que no siempre estuvo ligada a los rituales viajeros: el líder abolicionista Frederick Douglass, por ejemplo, después de comprar su libertad, tuvo que luchar durante años para que el Estado norteamericano le concediese un pasaporte que lo acreditara como ciudadano estadounidense y lo consiguió recién en 1886, cuanto tenía setenta años. Esta doble función del pasaporte —excluir y otorgar derechos, dañar y proteger— es un tema visitado a lo largo de todo el libro. Así, con descubrimientos inesperados a cada paso, Bixby expone el pasaporte como un instrumento de libertad personal pero a la vez una herramienta de vigilancia gubernamental, una imposición y en algunos casos una forma represiva lo suficientemente poderosa como para definir en parte nuestra humanidad. Cuando, lejos del hogar, nos presentamos portando poco más que el cuerpo, “nuestro pasaporte define quiénes somos en el orden geopolítico” y, por lo tanto, a qué tenemos derecho.
Historiador cultural, Bixby despliega un relato pleno de historias, la mayoría de ellas protagonizadas por artistas, pero las combina también con peripecias ficcionales de películas y libros. Nos permite penetrar en la intimidad de la relación entre Estados e individuos en una experiencia que resulta de un cruce entre realidad y ficción. Como todo buen ensayista, no sólo invita a pensar, sino también a imaginar. Utopías, futuros posibles, aquello que Derrida llamó “hospitalidad pura”, que consiste en recibir al que llega, antes de ponerle condiciones, antes de pedir o preguntar por un nombre o unos “papeles”, por una identidad. Muchos pueblos hicieron en otros tiempos un arte y una poética de la hospitalidad sin ignorar que toda una política dependía de ello, que una ética se decidía ahí. “Antes de 1914 la tierra había pertenecido a todos”, escribió Stefan Zweig. En último término, acaso hoy más que nunca, se trata de no menoscabar la relevancia que tiene la relación con el otro, de reconocer la importancia crucial de las acciones que materializan la hospitalidad.
Patrick Bixby, Permiso para viajar. Una historia cultural del pasaporte, traducción de Laura Estefanía, Katz Ediciones, 2023, 244 págs.
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