Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
La poesía de Juan L. Ortiz, el modo precioso de articular ritmo, visión, afecto, pensamiento, ha suscitado unos cuantos ensayos y lecturas valiosos. Su textura particular obliga siempre a una escucha atenta, a un repaso, un movimiento de lectura y relectura, un entre-líneas, que invita a la forma ensayo a desplegarse a su vera como una respuesta a su llamado poético. Ese llamado, leve y acuciante, encuentra en este libro de Silvio Mattoni el oído perfecto, absoluto se diría, en que el fraseo del entrerriano hace eco, varía, repercute y se lanza, en la prosa finísima del poeta cordobés.
Los poemas de Juan L. se abren aquí a sus derivas filosóficas, estéticas, pero también se abren en su inmediatez sensible, como si Mattoni, a la vez, compartiera su enciclopedia vastísima y pegara la oreja muy cerca del ritmo del poema. Así, filosofía y poesía se anudan y desanudan en algo que se podría llamar la estrategia del caracol: lento, con las idas y vueltas del pensamiento y de la poesía, de la lectura, la relectura y la escritura, con las reverberaciones de sus brillos, con el placer de un paseo bajo el sol, como otros tantos llamados a los lectores.
No hay respuestas definitivas, no hay interpretaciones maestras, no podría haberlas, sino ese desplazamiento sutil de las preguntas: por la vida, la poesía, la muerte, lo viviente. El ensayo como forma es el lecho del poema: de él viene y a él vuelve, jamás discute su primacía ni disputa una verdad, simplemente lo aloja. Con esa cadencia, con esa calma en la inquietud, nos lleva en un recorrido delicioso por los meandros de la escritura de Juan L., y nos deja varias cosas para pensar o sentir: no hay un modo o tono que esté por sobre otro, o más allá; no hay un saber sino aquel que se construye como escucha y reverberación; no hay placer más literario ni más grande que estas derivas. Y nos recuerda un subgénero, tal vez algo olvidado pero fundamental para la poesía como experiencia y como transmisión: la glosa, cuyo eco saeriano no es casual aquí, como consustancial a los ritmos fluviales que convoca.
Por ejemplo, cuando habla de la elegía que Juan L. le dedicó a la muerte de Julieta, la perrita de Juan José Saer, nos lleva desde la reflexión de Platón acerca de las relaciones entre el ser humano y el ser animal, a la imagen de una perra muerta en el umbral de una casa. En ese arco que abarca también una cita del Borges de El libro de arena, Mattoni nos hace preguntarnos por la vida, la muerte, la infancia, la comunicación entre vivientes, para dejar resonar su lectura de los umbrales y decir: “Por eso, en el umbral, sobre las tapias que dividían los juegos de infancia de otro lugar, de los animales libres y los domésticos, de los que tienen nombre y los que no, se roza la devoción al hecho de vivir al mismo tiempo que se avecina el miedo de morir”.
Sin grandilocuencia, es esta pasión lo que transmite, y transmite como belleza. Sí, hay belleza en el género ensayo, y la hay en este pensamiento que avanza con preguntas y citas. No hace falta ser experto para disfrutarlo sino entregarse a los tiempos de una escritura, a sus modos de proponer una visión del mundo y de la poesía, a su ritmo. En ese abandono se re-encuentra lo que siempre fue la lectura: un desasimiento que descubre en el vacío el lugar de una significación como estela difusa, indecisa y fugaz, pero que deja huella, porque la poesía y la filosofía no son sólo unas escrituras, sino un modo de mirar, de leer, de dejar ser lo que adviene, y devolverlo en palabras. Un hálito compartido. Hay también una certeza: Mattoni cada vez escribe mejor.
Silvio Mattoni, Un cielo de inmanencia. Ensayos sobre Juan L. Ortiz, Ediciones UNL, 2024, 224 págs.
Si la colección Lector&s de Ampersand se propone invitar a escritores diversos a compartir bajo la forma del ensayo la rememoración de sus primeras lecturas, sus derroteros...
Se puede detectar el momento en que comienza una operación de rescate literario; anticipar cuándo termina, no. El de Silvina Ocampo es, en este sentido, uno de...
Estamos a comienzos de la década del cincuenta del siglo pasado. Neal Cassady tiene veinticuatro años y da vueltas por las pensiones de Denver. Juega al billar,...
Send this to friend