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La historieta y el humor gráfico fueron, hasta no hace mucho, oficios que disimulaban mal sus diferencias bajo una ilusión de semejanza: ambos eran la obra de trabajadores que hacían dibujos para su reproducción en diarios o revistas. Por detrás de esos materiales parecidos, sin embargo, aparecían tradiciones estilísticas, mecanismos de consagración, soportes de publicación, públicos y géneros preferidos que diferían hasta constituir prácticas casi completamente aisladas.
Los tiempos han cambiado, como suelen hacer. Esos cambios —que son sobre todo cambios en la materialidad y en la economía de la edición— diluyen gozosamente las diferencias, porque operan sobre los elementos que parecían centrales en cada lenguaje: el chiste deja de ser obligatorio para el humor gráfico; la trama —y algunos géneros habituales— se vuelven optativos para la historieta. Este libro de Tute es uno de los primeros resultados de ese cruce novedoso. Un humorista gráfico se pregunta, según sus palabras, “si podrá hacer algo largo”. Y puede. Dios, el Hombre, el amor y dos o tres cosas más es, justamente, el resultado de esa tensión entre las formas breves y el largo aliento: lo que parece iniciarse cada vez como un chiste se extiende, se ramifica, deriva y estalla, se vuelve novelesco.
El libro está estructurado a partir del encadenamiento de diálogos —montados mediante viñetas abigarradas, “desprolijas” y pautadas por silencios que son habituales en las páginas de humor de Tute— que en cualquier momento (o tal vez sería mejor decir, en función del ritmo musical del libro, “en el momento justo”) estallan en dibujos a toda página, en colores, en momentos de pura abstracción. En cada elemento de un libro extremadamente coherente pueden verse la deriva y el encadenamiento como principios constructivos: del mismo modo en que las páginas no parecen planificadas, sino que muestran su origen en la sumatoria de viñetas, una frase hecha (“soy un poco lengua larga”) produce una lengua roja de tres páginas de longitud. Recorre el libro una tradición de libertad que es otro de los aportes de cierto humor gráfico a la historieta: la celebración de la línea, del discurrir puro de la pluma, el pincel o el marcador sobre el papel. Se trata de una tradición específica dentro del humor gráfico: Steinberg, que engendró a Sempé, a Oski, a Copi, a Caloi… El humor de este libro tiene mucho que ver con la eficaz transmisión de ese placer.
“Una novela gráfica”, dice el subtítulo. Más allá de las etiquetas comerciales, está presente el espíritu de juego que constituyó a la novela en sus orígenes. Ojalá no suene a referencia cultural traída de cualquier lado, y quién sabe si Tute tuvo en mente a Laurence Sterne, pero Dios, el Hombre, el amor… recuerda mucho al Tristram Shandy: la construcción de una trama a partir de la digresión, la gracia permanente, el juego con el soporte material del libro y hasta las páginas en negro, que aquí son el resultado de un berrinche de Dios cuando decide apagar la luz.
Tute, Dios, el Hombre, el amor y dos o tres cosas más, Sudamericana, 2013, 312 págs.
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