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No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles es una novela de finales: el de un régimen, el de la vanguardia que se convirtió en su brazo cultural, el de un personaje fantasmagórico, el de una saga familiar de activistas políticos y hasta el de una caja de madera, un tosco regalo de agradecimiento que deambula a través de las décadas y la geografía como un objeto casi más simbólico que físico. Sólo para uno de estos finales se atisba alguna forma de redención. La novela de Pron indaga en las repercusiones de los estallidos, sean políticos, estéticos o una mezcla de ambos, como si se propusiera denunciar que el modo en que algo termina es tanto o más importante que el modo en que empieza.
La primera víctima de ese dictamen parece ser el arte rupturista, diseñado para estallar contra el sistema, aun a riesgo de pervertirse en el camino. La trama ubica al lector en un momento en que está ocurriendo justamente eso. Es 1945, la República de Saló ya se deglutió los restos del futurismo, el alto el fuego está cerca y el Congreso de Escritores Fascistas Europeos se está celebrando en el norte de la península itálica. La reunión apenas dura un día: uno de los concurrentes, Luca Borrello, aparece muerto. Lo que esa muerte oculta, enigma cuya resolución excede y a la vez depende de averiguar quién era Borrello ―un artista en apariencia menor, de obra invisible―, dispara una historia que alterna épocas y conflictos (1945, 1978, 2014) para demostrar que la canción, si no es siempre la misma, al menos suele repetir varios de sus acordes.
En su exploración de las costuras que unen arte y política, obra y biografía, Pron emplea con eficiencia todo tipo de géneros. Su novela cruza suspenso con ensayo, monólogo con inventario. El grueso de la narración se motoriza a partir de testimonios de amigos futuristas de Borrello. Sus voces son todas muy parecidas y casi no justifican la estructura coral del relato, pero esa limitación de registros acaba cediendo ante la contundencia de las frases que lo componen. Contundencia que puede ser original o prestada. Al disertar sobre el comportamiento gregario en el arte, por ejemplo, Pron se afirma en la famosa advertencia de Chéjov: “Una vez en la jauría, no ladres si no quieres. Pero, eso sí: mueve la cola”.
Mención aparte merecen los dardos lanzados a escritores contemporáneos disfrazados con otros nombres. Aunque las identidades de algunos de ellos fueron reveladas por el propio autor en distintas entrevistas, negándole al lector la posibilidad de descubrirlas por sus propios medios, igual resulta difícil articular esos juicios con las corrientes de sentido que propone la novela. Puede que sólo se trate de rencillas personales o que todo responda a un programa (al fin y al cabo, Pron escribe sobre el futurismo, vanguardia petardista si las hubo), pero da la sensación de que esas intervenciones conspiran contra el objetivo que el libro sin dudas ambiciona: el de posicionarse como una obra faro, total, no totalitaria.
Patricio Pron, No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, Random House, 2016, 352 págs.
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