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Vera Giaconi (1974) acaba de publicar en Anagrama su segundo libro de cuentos, Seres queridos. Se trata de diez relatos que exploran el lado oscuro de los vínculos afectivos, sobre un telón de fondo en el que lo extraordinario irrumpe en la vida cotidiana de los personajes de manera subrepticia y al mismo tiempo irrevocable. Un abuelo intenta convencer a su nuera para que lo deje al cuidado de su nieta mientras ella y su hijo escapan de la dictadura. Un niño se recupera de una mordida de pirañas en la casa familiar donde todos se esfuerzan por sostener una tensa normalidad. Una pareja de jóvenes viajeros es maldecida por una mujer y, tras sufrir varios abortos, “adopta” una niña de dudosa humanidad.
En Seres queridos —esa entidad universal a la vez formal y difusa—, los personajes son, en efecto, queridos pero no menos sospechados y, sobre todo, incomprendidos. La envidia determina gran parte de las relaciones fraternales en “Survivor”, y especialmente en “Los restos”, el relato de dos hermanas solteras que visitan la casa de una tercera hermana casada para preparar su velorio. El rencor adquiere una forma diferente en “Tasador”, que cuenta cómo un hombre de mediana edad observa asqueado a su madre anciana y la compara con una de las “baratijas” que se subastan en el programa de televisión británica que están mirando. Estos sentimientos son siempre secretos y clandestinos —como secretas y clandestinas son las vidas de algunos de estos personajes—; la de los padres perseguidos en “Dumas”, por ejemplo, y la de los niños de “A oscuras”, que desobedecen a su madre cuando ella no está, alentados por su niñera y su enigmático novio en tiempos de represión. Vale recordar que Giaconi —nacida en Uruguay, aunque vivió toda su vida en la Argentina— no tenía un año cuando sus padres escaparon de la dictadura uruguaya para llegar a Buenos Aires poco antes del golpe. De allí, tal vez, que las pocas referencias contextuales apunten a esos años lóbregos de nuestra historia. Otros personajes parecen también tener una suerte de doble vida: el médico devenido paciente en “Limbo”; Ozzy, la estrella de un reality show que parece transformarse frente a las cámaras en “Survivor”, y la adolescente de “Carne”, cuyo padre ignora qué hace todo el día encerrada en su cuarto.
Si los personajes de Giaconi esconden existencias o sentimientos inconfesables, para el lector se muestran, por el contrario, en “carne viva”. Tal era el título de su primera colección de cuentos, que comparte con este no sólo la exploración de los lazos personales no exclusivamente sanguíneos —aunque lo carnal y la sangre aparezcan constantemente tematizados en sus relatos, habitados por tiburones y pirañas—, sino también una pregunta recurrente por lo real; desde lo “real tecnológico” y mediatizado de la ecología digital hasta lo real verosímil en cuentos pertenecientes a géneros imprecisos.
El primero y el último relato del libro son, en este sentido, ilustrativos de esta preocupación por lo real. “Survivor” presenta con eficacia distintas expresiones de la subjetividad contemporánea moldeada por los nuevos medios, las redes sociales y la dimensión pública de lo privado. La indeterminación entre lo fáctico y lo imaginado desborda aquí incluso los límites de la narración, pues Ozzy es una persona (¿un personaje?) real de un popular reality show producido en Europa y Estados Unidos. Ficción y realidad también se confunden en “Reunión”, el último cuento del volumen. Pero a diferencia del resto de los relatos, Giaconi propone aquí una resolución que no se preocupa por mantenerse en las fronteras de lo creíble, aunque tampoco se ubica decididamente en el plano de lo fantástico. Es como si, hacia el final del libro, la autora quisiera reservar para el lector la última palabra.
Vera Giaconi, Seres queridos, Anagrama, 2017, 160 págs.
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