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Soñé una ciudad

Miguel Ángel Petrecca

LITERATURA ARGENTINA

París: su solo nombre remite a una infinidad de mundos y significados. Y qué decir si el que lo refiere es un escritor. Entonces la esplendorosa ciudad luz se convierte en el espacio de la aventura (bohemia y literaria). Hay una París de Hemingway, una de Cortázar, otra de Vila-Matas, como si cada escritor que se hubiera ocupado de ella hubiese encontrado ahí el espacio donde medir sus fuerzas y afirmar su destino, en una geografía que en muchos casos no coincidía con su lugar de origen. París fue, en el siglo pasado, una ciudad soñada. Pero esa envergadura simbólica, más bien mitológica, que tuvo uno de sus picos de efervescencia una década después de pasada la mitad del siglo XX, hoy ha sido desplazada. ¿Qué es París hoy? Como si esa pregunta, formulada sobre cualquier centro urbano, pudiera responderse…

Un poeta, escritor, librero, traductor, sinólogo (argentino) empieza a llevar un diario. Su vida transcurre en París, junto con su esposa. Cuando ese texto se edita, lleva como nombre Soñé una ciudad. En principio, Miguel Ángel Petrecca escribió un libro fascinante: sobre París y los restos de su pasado glorioso, sobre la diáspora latinoamericana de los años setenta, sobre el agotamiento de la ficción, sobre la relación entre escritura y recuerdo. Lo asombroso es que lo hizo simplemente llevando un diario. O mejor dicho: escribiendo bajo la forma de un diario.

Lo que sorprende del libro es esa forma tan lograda de escritura ascética, que por momentos hace recordar al chileno Marcelo Matthey en el modo conciso y escuetísimo de elegir qué narrar y qué describir de una escena. Pero al contrario de los textos breves de Matthey que también tienen la forma de anotaciones datadas, para no llamarlas diarios, Soñé una ciudad es un libro extenso, que supera en cantidad de páginas la extensión media de una novela actual. Entonces: ¿cómo sostener la concisión y la brevedad a lo largo de un tiempo extenso?, ¿cómo avanzar? Porque, además, la agilidad con que se lee la escritura de este libro de Petrecca, por su fluidez y su atmósfera, podría llevar la asociación de lecturas hacia otro escritor, también chileno (Chile es, de hecho, uno de los centros tonales del libro), que difícilmente uno pondría en relación con lo breve, como Roberto Bolaño. En la París de Soñé una ciudad, al igual que en las historias de Bolaño, es la vida de los poetas la que rige el ritmo de la metrópoli, el modo de transcurrir el tiempo. La estela que se construye alrededor de esas existencias termina, en términos narrativos, devorándose todo. Lo que no vive artísticamente cae en el pozo de la intrascendencia: en lo no necesario de ser narrado. Por eso en la gigante París del siglo XXI es posible todavía que el narrador se encuentre de casualidad en las calles, en los bares —no una vez, sino muchas— con otros poetas o familiares o amigos de poetas, que se cruce con ellos como lo harían si estuviesen en un pueblo, como si en realidad esas vidas todavía estuvieran regidas por alguna forma de azar objetivo, o se interconectaran entre sí a través de viejos vasos comunicantes.

“Registrar. Acumular, no contra el olvido, sino para olvidar tranquilo”, anota Petrecca, en una especie de síntesis de su política respecto al modo de abordar el pasado, el presente, el tiempo. En su manera de consignarlos, desplaza los recuerdos como si con ello pusiera en movimiento un ejercicio diario, sostenido y complejo de condensación. Quizás por eso, a veces, sus lúcidas reflexiones se ubican en un plano en el que parecen adquirir un tono cuasi místico, o similar al del practicante de una disciplina oriental cuyo ejercicio lo lleva hacia el dominio de un arte pero también, y sobre todo, hacia un mayor conocimiento de sí mismo.

 

Miguel Ángel Petrecca, Soñé una ciudad, Mansalva, 2024, 290 págs.

5 Jun, 2025
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