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Una casa junto al Tragadero (Premio Tusquets de Novela 2017) es un relato dinámico que consigue articular con eficacia un personaje complejo, una voz persuasiva, una trama sólida, elementos sobrenaturales, ritmo de policial negro y un escenario alejado del ámbito urbano. El Mudo es su protagonista y narrador, quien, en una casa junto al río, arrebatada a una vieja muerta, se instala en busca, más que de un refugio, de un escondite, un sitio adonde no lleva nada: “Cualquier cosa que me hubiera traído de Resistencia como que me jodía los planes, aunque yo no tuviera ningún plan”, dice. Y tal vez por eso mismo se queda, aunque deba compartir muchas veces la casa con el espectro de su ocupante anterior. El relato está construido en dos tiempos bien diferenciados: el primero, un pasado que narra su adaptación a la vida aislada y su relación con Insúa, el dueño de la proveeduría de La Colonia; el segundo, un presente que incluye a un grupo de investigadores de Vida Silvestre que, como intrusos, se instalan en la orilla de enfrente, y el merodeo de Soria, un sujeto que parece la entraña misma del monte. Quirós alterna los tiempos y los hace dialogar con notable destreza.
Pero tal vez los mayores aciertos de Una casa junto al Tragadero estén en la construcción del paisaje alucinante del monte chaqueño y en el idioma del Mudo, frondoso en diminutivos y sugestivos giros sintácticos, que lo vuelve un protagonista de quien sabemos poco, pero de quien no necesitamos saber más. El Mudo, por lo demás, puede hablar, pero elige callar. Esa discapacidad fingida, más sus extrañas costumbres, su misantropía –sólo mantiene vínculo con Insúa y con la India, su perra–, lo muestran ante el lector como un sujeto oscuro, de quien cabría esperar cualquier cosa. Sin embargo, a medida que avanza la novela, no sólo muestra su “lado humano” sino que se revela incluso como un inocente, tanto, que quedará a merced de sujetos verdaderamente impredecibles.
Una casa junto al Tragadero es una novela inquietante, cinematográfica, que acaso abuse de sus giros narrativos, donde las imágenes se construyen con una lengua colorida y rica en matices orales, un ejercicio potente que consigue con creces lo que parece ser su mayor apuesta: captar –y sostener– el interés del lector desde la primera línea.
Mariano Quirós, Una casa junto al Tragadero, Tusquets, 2017, 232 págs.
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