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Hace pocas semanas aterrizó por segunda vez en el Centro Cultural Kirchner el ciclo anual de música experimental RUIDO. Siempre escrito así, en mayúsculas, quizás para que el estruendo virtual al leerse produzca mayor efecto. Definible como una especie de filial criolla de un festival curado por la revista inglesa Wire, a la vez que un homenaje (por omisión) a la ya extinta revista local independiente de la que pareciera no sólo heredar el nombre, han pasado bajo su ala curatorial artistas sonoros de todo el mundo. A saber: el (cada vez más) mítico trío de noise Reynols, el luthier electrónico j.crowe, el trío grindcore anti-CIStema Coagvla, el divo punk Marttein y también los internacionales Mark Fell y Xiu Xiu, entre muchxs otrxs.
Como podemos verificar, artistas muy diversxs todos, pero que a la vez definen un mapa muy concreto de la escena local en consonancia con la escena internacional: nuestro estimado global underground, si se quiere, donde la experimentación manda.
En este contexto, hizo su debut operístico el performer y músico cordobés Ignacio Sandoval, más conocido como Yoto. Desde ya, debemos entender la clasificación “ópera” en términos contemporáneos: se trata de un género híbrido donde se conjugan teatro, danza, performance y música cantada. Así que la ópera en cuestión se titula Alquiler, y su estreno tuvo lugar en la Sala Argentina el 11 de septiembre pasado.
Al ingresar, la disposición de la ambientación escénica en el escenario exige un paneo permanente desde la butaca. Vemos de izquierda a derecha: una cama improvisada en el piso, un escritorio con una notebook y un sampler, una puerta escenográfica y una proyección en una pantalla. Allí, el dibujo animado de un baño surreal, cuyos artefactos parecen respirar en un mudo semiestatismo, produce una sensación de tensa calma.
Tal como nos contaba el programa de mano, ambos personajes de la ópera son interpretados por el mismo Yoto, tanto el “Joven” a secas, como la “Señora”.
Sin otro preámbulo que la contemplación de ese decorado mudo, el Joven entra por la puerta, se saca la mochila y empieza a tocar el sampler. Suena algo metálico, profundo y complejo en un ritmo cansino. El Joven ya no lo ejecuta, pero el sampler reproduce su secuencia. Toma un micrófono inalámbrico y canta las primeras líneas: “Hace mucho frío adentro y afuera / Subí por el ascensor / Esquivo mi mirada del reflejo / No quiero saber qué soy”. Ya desde las primeras líneas quedará en claro su vulnerabilidad y la pesada autopercepción con que lidia el personaje. Un rato después agrega: “Es que soy un extranjero / Casi siempre tan ajeno / Como un sapo de otro pozo / Y ese pozo es mezcla de sangre y barro”. Y la erre arrastrada, con saña, rezará “basho” cada vez, buscándole musicalidad a esa fonética bien de provincias. Un giro con el que Sandoval juega desde la elección de su propio alias pronunciado en “cordobés”: Yoto (léase: “roto” en buen porteño). Cuando el Joven salga por la puerta por la que entró, por ahí volverá a aparecer un mismo cuerpo actoral pero con otro atuendo: la Señora con grandes tetas que parecen de charol y una máscara del mismo material. Ninguna incomodidad se disimula: el resultado del look es intencionalmente grotesco. Entra al grito de “No quiero más llantos en mi casa”, y acto seguido detiene la secuencia sonora que el personaje anterior había dejado sonando. La Señora se apropia ahora del mismo set pero lo hace sonar en un ritmo desenfrenado y ruidoso.
En algún momento de sus parlamentos histéricos nos enteramos de que el baño de la pantalla es el lugar vedado al Joven. Pero en un final imposible de describir por escrito, el Joven que había regresado a su cuarto, para seguir con su comportamiento depresivo, saldrá nuevamente por la puerta. Finalmente, y como por arte de magia, lo veremos —ya transformado en dato visual en el video— fumar y hacer otras acciones en un baño ya menos inmóvil, que lo recibe en su delirante mundo.
¿Episodio existencialista en la piel de un productor musical de dormitorio? ¿O estamos ante un Ed Wood noise y operístico? El experimento de Yoto entra en consonancia con una sobreoferta actual de reapropiaciones del dispositivo ópera por parte de compositores, músicos, no-músicos y artistas de toda índole, además de plataformas bienales como el suculento Festival de Nueva Ópera Buenos Aires o exponentes tipo la Ópera linyera de Daniel Melingo, sólo para nombrar algunos casos. Así las cosas, la propuesta del cordobés encuentra un sitio más que adecuado en la agenda del festival que lo aloja, incluso adosándole un género que a priori no asociaríamos con este tipo de eventos.
Pequeñas transgresiones nos depara el universo musical de Yoto. Su avant-garde desprejuiciado, tataranieto de Ubú (el de Alfred Jarry) y nieto de Pere Ubu (la banda de Cleveland), logra hacernos reír burlando muchas reglas de su mismo nicho artístico. Tal vez y sólo tal vez (o al menos eso parece), sin proponérselo de manera sensata. “¡Necesito ayuda!”, grita el personaje de la Señora al final, abajo del escenario, en un borde border junto al público, situación que nos produce una sonrisa para ocultar los nervios ante la inesperada proximidad…
Yoto, Alquiler, Festival Ruido 2022, Centro Cultural Kirchner, Buenos Aires, 11 de septiembre de 2022.
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