Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Así como las canciones tienen mil y una vidas, la Argentina democrática tiene mil y una canciones que la cuentan y piensan. En El país de las canciones, Martín Liut ilumina una situación mucho menos evidente de lo que tal vez debería ser: el interrogante por la nación ha tenido una gran importancia para la música que se produjo y escuchó a lo largo de nuestra historia reciente. Lo hace en un texto simple y cálido, que recorre este repertorio y expone su potencia para pensar el pasado, el presente y el futuro.
El libro es, primero que nada, un muestrario sagaz de la gran cantidad de canciones que han tematizado de diferentes maneras la Argentina del período democrático que se inauguró el 10 de diciembre de 1983. Hay un relevamiento atento, que no pretende necesariamente ser exhaustivo, pero que sin dudas es muy amplio y sugiere un punto de saturación (aunque la pregunta por la canción que “falta”, claro, es inevitable: yo habría sumado “La rubia tarada” de Sumo). Hay una curiosidad de oyente que Liut transmite permanentemente en la escritura y que consigue lo esencial de un buen libro de música: invita a escuchar. Y hay sobre todo una mirada desprejuiciada, que en ningún momento se interesa en determinar qué canción es mejor o peor y sí en cambio intenta entender y explicar cómo las canciones, que son letra, música y performance, consiguen producir sentidos.
Pero El país de las canciones es además un ensayo sobre las representaciones musicales de la nación argentina durante los cuarenta años de democracia que supimos conseguir. Un recorrido reflexivo por ese enrevesado sendero histórico, guiado por la pregunta sobre las muy diferentes modulaciones que ha tenido una frase icónica: “No llores por mí, Argentina”. La cantó la Eva Perón imaginada por Andrew Lloyd Weber y Tim Rice en el musical Evita de 1976; la cantó Charly García en la despedida de Serú Girán entre 1981 y 1982. Luego, ya con el fin anunciado de la dictadura militar, más pronto que tarde, se volvió parte del aire, un fantasma que atraviesa la historia musical reciente del país y al que Liut vuelve más de una vez, identificando las distintas formas (intencionales a veces, pero por lo general poco conscientes) en que las músicas y los músicos argentinos se lo han apropiado y lo han reformulado.
Uno de los grandes aportes del libro es el de demostrar la centralidad que el sistema de géneros musicales ha tenido a lo largo de todos estos años y hasta la actualidad. Si una mirada más específica, centrada en una obra, un artista o una escena, suele disponer las investigaciones a la desconstrucción y relativización de los corsés genéricos, la visión panorámica de Liut le permite señalar en cambio que las diferencias más obvias entre mundos de géneros han continuado siendo operativas para los propios actores y que todavía conservan una potencia explicativa sobre las dinámicas de la creación musical. La hegemonía del rock es, en este sentido, el rasgo más evidente del período. La importancia cultural y comercial de ese universo genérico marca las formas de la creatividad, las posibilidades de enunciación pública y las construcciones de sentido de las y los artistas y de los públicos. Es algo así como el hilo invisible que conecta a Mercedes Sosa, Fito Páez, Mala Fama, Bersuit Vergarabat, Trueno y todo el resto (o casi). Liut señala, incluso, que las prácticas de la hoy tan poderosa “música urbana” pueden pensarse “en nuestro país como las variaciones que las nuevas generaciones hacen a partir de la experiencia del rock nacional”. Es una idea a la vez convincente y sugerente, porque convoca a seguir reflexionando.
Junto con la frase de Evita y de Charly, hay unos versos de Louta que atraviesan El país de las canciones: “Argentina, ¿qué pasa con tu voz? / Melodías que me cuentan quién soy”. La canción en la que suenan se titula “Argentina” y fue editada en 2020, en plena pandemia. Es posible que esa experiencia explique al menos en parte por qué, como apunta Liut, mientras “las canciones emblemáticas de la transición democrática (…) invitaban al canto comunitario”, esta “es una consulta lanzada desde el encierro y propone una experiencia individual”. Un itinerario en el que, es inevitable pensarlo, parece cifrarse buena parte de nuestro presente. Una historia que nos enfrenta a una pregunta urgente: ¿cómo hacemos para trocar ese “soy” por un nuevo “somos”?
Martín Liut, El país de las canciones. De Charly y Evita a María Becerra y Trueno, Gourmet Musical, 2024, 128 págs.
“Todas las cosas que no tienen nombre / vienen a nombrarse en mí”, cantó casi con sentido irónico Gabo Ferro en su último disco, Su reflejo es...
Hilda Herrera festejó sus noventa y dos años con un nuevo disco. Y así nomás es es un trabajo de piano a cuatro manos con el pianista Sebastián...
Gloria Guerrero: ¿Estás viejo ya para ser maestro de escuela?
Charly García: No, los maestros de escuela son viejos.
Humor, junio...
Send this to friend