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Cuando comenzó el silencio

Jesse Ball

OTRAS LITERATURAS

Rodolfo Walsh creía en la superioridad del testimonio por sobre la novela, que, a su juicio, volvía inofensiva cualquier denuncia. No por eso menospreciaba las herramientas del género y, como buen orfebre del oficio, las usó a su favor. María Moreno, que suele invocar a Walsh como los devotos a su santo preferido, acuerda con esa confianza firme en el testimonio, pero, como dijo alguna vez, “con la oreja de Manuel Puig y su derecho a la metáfora”. Desconozco si el norteamericano Jesse Ball leyó a Walsh, pero hay algo en la operación de Cuando comenzó el silencio —tercera novela del autor publicada por Sigilo, nuevamente traducida por Virginia Rech— que remite a él; al menos, claro, para un lector argentino. La remisión funciona aquí a la inversa, porque Ball hace ficción con la no ficción: usa sus herramientas (testimonios, fuentes, interrogatorios, fotografías, crónica periodística, selección, corte y montaje) y escribe una gran novela. Una novela hecha, mayormente, de testimonios, “con la oreja” de la literatura oriental y “su derecho a la metáfora”.

El libro investiga un caso trágico que ocurrió en 1977 en Japón, conocido como las “Desapariciones de Narito” (ocho personas desaparecieron sin dejar rastros), por el cual Oda Sotatsu, un joven vendedor de hilos aparentemente inofensivo, es condenado a la horca después de confesarse culpable. En lugar de defenderse, elige el silencio. Ball reconstruye la vida de Sotatsu desde la noche previa a la confesión hasta su ejecución, a través de testimonios de su familia (madre, padre, hermana y hermano), oficiales de la policía, guardias de la cárcel, un periodista y los artífices de la tragedia: Jito Joo y Sato Kakuzo.

La frase y la nota “Material preliminar” que abren el libro ofrecen una clave. “La siguiente obra de ficción está parcialmente basada en hechos reales”, se dice en el comienzo, y habría que subrayar “parcialmente”. En la nota, Ball, el Ball ya narrador, cuenta que la mujer con la que vivía dejó de hablar de un momento a otro y su silencio inexplicable fue el fin de la vida feliz que llevaban juntos. Decide entonces buscar otros casos similares; es así como llega a la historia de Sotatsu, y acaba por viajar a Japón para intentar desentrañar el enigma. En otras palabras: a través del silencio de Sotatsu busca darle sentido a su propio caso.

Hechas las debidas advertencias, Ball, narrador y protagonista, cuenta que Sotatsu firmó la confesión de un crimen que no cometió —otra coincidencia con Walsh: los supuestos criminales son por lo general víctimas de una situación injusta— por haber perdido una apuesta. Sabemos entonces que Sotatsu es inocente y el porqué de la confesión; lo que no sabemos, lo que quiere saber Ball, es por qué eligió el silencio.

Entrevista entonces a Jito Joo, el gran amor de Sotatsu, conversan y se escriben hermosas cartas. El encuentro es el corazón de la novela, no sólo porque Joo se abre y reconstruye su historia con Sotatsu, sino por cómo Ball logra que lo haga, reconstruyendo su propia historia, el momento en que “comenzó el silencio” también para él. “Creo en descubrir el amor que existe y luego tratar de entenderlo. No en inventar un amor y tratar de hacerlo existir, sino en encontrar lo que existe, y luego ver qué es. Creo en tratar de entender un amor así a través de otros amores, otros amores que existieron antes”, escribe Joo, y el lector atento comprobará que es eso, justamente, lo que hace Ball: intentar entender un amor.

Una de las tantas virtudes estilísticas que tenía Walsh era el uso del desplazamiento: despegarse de lo que escribía, hacer que las situaciones intensas, de dolor, las describiera otro personaje (el diálogo del militar herido en Operación Masacre, el hombre del tren en la “Carta a Vicki”); que hable otro, que pueda decir lo que él querría decir y no puede. Ball hace un uso perfecto de ese desplazamiento. “Conocemos el peso de algo cuando ese algo es lo suficientemente fuerte para soportar su propio significado, para escuchar que le digan su propia verdad, y aun así permanecer”, dice Joo, y también habla por Ball.

 

Jesse Ball, Cuando comenzó el silencio, traducción de Virginia Rech, Sigilo, 2023, 248 págs.

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