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El arte de coleccionar moscas

Fredrik Sjöberg

OTRAS LITERATURAS

Contra la especificidad del título, contra la tradición precedente y las indicaciones de la solapa, se puede argumentar sin miedo que El arte de coleccionar moscas no es, en el fondo, un libro sobre moscas. Hay muchas moscas en él, claro: vuelan de una página a la otra y se las oye zumbar mientras Fredrik Sjöberg desgrana secretos de labor y se extiende en biografías y recuerdos de viajes, pero la sospecha que arrastra la lectura es que los significados están en otra parte, y que por lo tanto el libro entero merece ser medido con una vara distinta.

Antes hubo sírfidos guerreros en Swift y metafóricos en Golding. La literatura contiene una abundancia de insectos —Kafka despertó a Samsa cuando ya se había transformado en uno, Donne encontró símbolos eróticos en una pulga compartida, Pelevin hizo de la coexistencia entre bichos una fábula acerca del poscomunismo— y hasta la entomología tuvo su feudo con la poesía en el tríptico de Maeterlinck sobre las abejas, las termitas y las hormigas. En este último proyecto, cuyos pasajes sobre masacres de zánganos y arreos de pulgones fueron escritos para ser leídos en voz alta, del autor de El pájaro azul nada se sabe. Es lo grande observando lo diminuto; es como el cielo para nosotros, una extensión que se transparenta en la infinitud.

Sjöberg, muy por el contrario, corre el eje para hacerse un lugar: de la entomología pasamos al entomólogo. El arte de coleccionar moscas es un ensayo sobre la obsesión de reunir muestras, cazar el ejemplar que nadie tiene, descubrir nuevas especies en una carrera interminable contra otros y contra uno mismo. La belleza secreta de las moscas puede ser una de las razones para ese comportamiento, también el avance de la ciencia, el aporte a la causa ambiental, el retraimiento del oficio, la insularidad disciplinaria, la creencia de que las grandes verdades quizás aniden en la pequeñez. Sjöberg no se decide: “Si digo que colecciono sírfidos principalmente para cartografiar los cambios en la fauna local, cualquiera podrá entenderme, e incluso apreciar lo que hago. Pero es mentira. Porque la pura alegría es demasiado compleja”.

Mientras da vueltas al asunto, el también crítico y traductor va intercalando anécdotas del rubro, los diferentes modos en que las moscas aparecen retratadas en relatos históricos y religiosos. Hay espacio de privilegio para una semblanza intermitente de René Malaise —explorador sueco que sobrevivió terremotos, tuvo amoríos de revista e inventó la trampa estándar que los entomólogos usan hoy en todo el mundo—, modelo y subterfugio al que Sjöberg recurre cuando se da cuenta de que se está poniendo demasiado confesional.

Bestseller desde hace un par de décadas en los países nórdicos, El arte de coleccionar moscas guarda dentro de sí todas las trazas de un libro moderno: fragmentariedad sin desorden, pormenorización universalizable, liviandad en sus momentos de descanso, multifacetismo y literatura del yo. Su título original es Flugfällan, que en español significa “atrapamoscas”. Que los traductores hayan optado por un camino de resonancias más alambicadas quizás se deba a subrayar la operación que Sjöberg en definitiva realiza: vengan por las moscas, quédense por todo lo demás.

 

Fredrik Sjöberg, El arte de coleccionar moscas, traducción de Marc Jiménez y Petronella Zetterlund, Libros del Asteroide, 2023, 240 págs.

19 Dic, 2024
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