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El libro de los días

Michael Cunningham

OTRAS LITERATURAS

En Las horas, su novela más famosa, Michael Cunningham abordaba tres historias que diferían en el tiempo y se cruzaban por la influencia de La señora Dalloway. En El libro de los días, novela publicada por Fiordo, hay también tres historias que difieren en el tiempo, sólo que en este caso la obra que las atraviesa es Hojas de hierba, el poema inabarcable de Walt Whitman, que no sólo es Estados Unidos, sino que, efectivamente, contiene multitudes.

Si bien la operación es en apariencia similar, hay más de una diferencia fundamental. En primer lugar, en este libro Cunningham emplea tres géneros distintos (literatura de fantasmas, novela negra y ciencia ficción). En segundo lugar, las historias no se alternan ni hay personajes que se crucen, sino que funcionan con absoluta autonomía. En tercer lugar, las conexiones con el libro son tangenciales, mientras que en Las horas eran lineales (hasta Woolf era una de las protagonistas); es decir, la trama estaba íntimamente ligada. En El libro de los días es diferente, sus tramas no están estrictamente ligadas a Hojas de hierba, o mejor, ponen en jaque su espíritu (“Morir es algo distinto de lo que muchos supusieron, y de mejor augurio”, dice Whitman, repiten los personajes, pero ¿lo es?). En otras palabras, hay más desafío que afinidad.

Las tres historias del libro se titulan “En la máquina”, “La cruzada de los niños” y “Como la belleza”. “En la máquina” narra la historia de Lucas, un chico deforme de once años que acaba de perder a Simon, su hermano mayor, y está obsesionado con Catherine, quien iba a ser la mujer de su hermano. Lucas es un chico autodestructivo que recita los poemas de Hojas de hierba como consuelo. En “La cruzada de los niños” la protagonista es Cat, una psicóloga forense que trabaja en la policía neoyorquina y se encarga de atender los llamados de posibles amenazas post-11 de septiembre. En este caso, los terroristas son chicos que citan los poemas como justificativo para acometer sus atentados (“Nadie muere realmente”). Y “Como la belleza” narra la historia de Simon, un androide homosexual que se obsesiona con Catareen, una extraterrestre con la que se ve obligado a escapar de una Nueva York posnuclear y opresiva hacia Denver, en busca de respuestas existenciales. El detalle: Simon tiene implantado un chip que lo obliga a recitar los poemas.

Si bien el gran poeta estadounidense es el más importante por densidad y repetición, no es el único vínculo entre historias, también están Nueva York, un cuenco que viaja en el tiempo, los nombres idénticos o levemente alterados, la deformidad como condena o la muerte como fin y como enigma (¿qué hay más allá?).

El libro de los días es una novela ambiciosa que crece a medida que avanza (la deshumanización gradual la potencia) y donde las tramas importan más que los personajes. Esto no se reduce sólo a los géneros, sino también al hecho de que Cunningham experimente con los poemas de Whitman dentro de una novela, que es como trabajar con material radioactivo. Lo que explica ejemplares tan dispares como originales.

En Estados Unidos, la novela fue publicada en 2005 con el título de Specimens Days; una traducción más cercana sería Días ejemplares, mismo nombre que uno de los últimos textos de Whitman, una especie de diario de sus días agitados en Estados Unidos. Tiene lógica. El libro de los días es también un libro de días agitados en Estados Unidos, el de ayer, el de hoy y el de mañana. Cunningham no lo enuncia, lo demuestra: Whitman nunca se acaba.

 

Michael Cunningham, El libro de los días, traducción de Santiago Ochoa, Fiordo, 2020, 432 págs.

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