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Allá por enero de 2023 y enmarcada en la colección “Efectos colaterales” de la editorial Caja Negra —una serie nueva de ficciones que remiten a, por ejemplo, combinar “ejercicios alucinatorios de ficción especulativa y documentos textuales de nuestra vida online”— apareció en la plaza local El reemplazante, la primera novela editada aquí del escritor francés Alexandre Laumonier. Por cuestiones de sintonía gruesa no vinculadas directamente con el libro, no pude empezar a leerlo enseguida. Por cuestiones de sintonía fina, leerlo —una tarea que insumió bastante más que las 360 páginas del volumen— me llevó más de tres meses. Reveladora, riquísima, esa dinámica de lectura aumentada estuvo apoyada, sobre todo, por los fogonazos realista-alucinatorios con los que El reemplazante, calculo ahora, puede sorprender y encantar también a quienes con este objeto “hagan máquina”.
Desafiante desde antes, El reemplazante dice cosas que pueden sonar a fanfarronada y sobregirar las expectativas. “Una historia de la automatización financiera narrada en primera persona por un algoritmo”, anuncia en su portada. No obstante, si el ensamble es feliz, no pasa mucho hasta que las previsiones tienden a emparejarse con los resultados: un estado de ebullición mental vibrante se apodera de uno enseguida. Como si fuesen un pistón de inputs condicionales cuyas proposiciones desafiaran nuestro saber o nuestra credulidad, varias, muchas páginas de El reemplazante empujan a una asimilación expandida. No es decisivo ni obligatorio —así como viene se basta a sí mismo— pero, por momentos, es casi una necesidad complementar lo que se lee con una búsqueda en línea de referencias, datos, nombres y acciones cuya aparición y racconto, a veces desde una neutra objetividad y otras con inflexiones y modismos que condimentan lo dicho, tienden a configurar un mundo tecnológico espeluznante y casi esotérico para la mayoría, aun cuando su influencia e impacto es, justamente, grandísimo: el desarrollo, avance y conquista de las plazas financieras del mundo por programas computacionales de trading de alta frecuencia y su enlace cuasi geológico con la investigación matemática académica, militar, o con la mezcla amateur de ambas encarada por una suerte de outsiders empeñados en reventar la banca en los casinos de Las Vegas.
Imaginar el volumen físico de billetes que algunas cifras siderales de dinero sugieren, imaginar a sus dueños, imaginar el tiempo medido en mili o nanosegundos y la serie de eventos automáticos disparados por algoritmos como “Sniper”, “Blast” o “Guerrilla”, programados para comprar y vender activos en los mercados de valores con ese margen de intervalo o recuperar la noción material de la internet —miles de kilómetros de cableado submarino intercambiando impulsos eléctricos replicados en la superficie por antenas y ondas decodificados luego como información—, son algunas de esas posibilidades, dominios extratextuales hacia donde pueden lanzarnos algunas imágenes renderizadas por las sinapsis producto de la lectura-estímulo. Esa suerte de rayo materialista irradiado por una novela que historiza el reemplazo del agente de bolsa vivo por minuciosos programas de software destinados a generar ganancias por volumen operado —cierto, los desarrolladores son personas humanas, todavía—, funcionando desde hangares hiperrefrigerados donde se apilan los servidores que los contienen y corren, es un efecto no menor frente al ocultamiento de los significantes electrónicos tras ciertas maniobras elusivas y pseudomágicas perpetradas por las grandes compañías de software gestoras de una cuasi virtualidad omnímoda.
Originalmente publicada en 2014 y traducida ahora por Margarita Martínez —el ritmo ágil pese al inmenso caudal informativo que la compone, la mixtura sutil de registros y la provechosa recuperación de algunos juegos de palabras propios del original tanto como las iluminaciones producto de la conjunción y ensamblado de los materiales se deben, para el lector monolingüe, a su trabajo—, puede que el algoritmo al que refiere El remplazante haya sido a su vez reemplazado; puede que su lógica no. Guiados por la velocidad y el máximo beneficio, los hombres de negocios han sabido mejorar, a veces por fortuna, otras por cálculo y otras tantas por combinación, las herramientas a mano para concretar sus transacciones. Desde los niños cadetes que corrían a toda velocidad por las calles portando papelitos con órdenes de compra y venta de títulos o acciones hasta el telégrafo o un “robot mezcla de código informático y chips electrónicos”, la ingeniería económico-financiera del mundo contemporáneo, los excedentes de moneda cuyo flujo casi irrestricto encumbran start-ups o entierran naciones, se vuelven amenazadoramente presentes e infinitesimalmente volátiles. Como táctica de resistencia, extenderse sobre el ancho de banda para ralentizar la velocidad de circulación de la información y el dinero tal vez resulte más eficaz que ocupar Wall Street.
Alexandre Laumonier, El reemplazante, traducción de Margarita Martínez, Caja Negra, 2022, 360 págs.
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