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Chongo triste

Antonio Villa

TEATRO

El verdadero teatro será del orden de la ceremonia o no será. Al menos es así como lo pensó Artaud en sus formulaciones sobre el teatro de la crueldad.

Deudora de ese imperativo, la puesta de Antonio Villa abre con una ceremonia parsimoniosa y sensual en la que el joven Kevin (Gonzalo Bourren), a la manera de un servidor de escena, va desnudando sin prisa y sin pausa al caballero de negro que bajo el cuero del atuendo y la contundencia de la máscara se revela como Aníbal (Sergio Boris), el escritor. Todo parece indicar que ese encuentro instituye en él otra forma de creación, genuina y liberadora. El agobio del rol social viene con esposa e hijo incluidos. Las formas que adopta el cuerpo de Boris, sus desplazamientos, el ritmo que imprime a las palabras así lo expresan.

La sede del ritual es una imponente habitación de hotel con vista a un paisaje cambiante que exhibe la cordillera a diferentes horas del día, según se suceden las imágenes proyectadas en la ventana.

En una temporalidad extrañada, que remite a la era pre-Grindr, los personajes se conectan en la sala gay del chat de UOL con Chongo triste (Cristián Jensen), quien de manera virtual o transgrediendo la intimidad de la pareja y del cuarto ingresa en su silla de ruedas para agregarle deseo, poesía y verdad a la conformación del trío.

Entre el yo del actor y el disfraz del personaje, entre la piel desnuda y el látex, es donde se juega la teatralidad de este espectáculo concebido desde una mirada rotundamente plástica que compone, junto con el gran trabajo de sus actores, una suerte de landscape play, de lienzo, de paisaje.

Las diferentes texturas que lo definen otorgan al diseño sonoro y la composición musical, crédito de Nicolás Gulluni, un lugar preponderante. No sólo se destaca una trombonista (Mikaela Herrera) en el espacio escénico, sino que la música se ejecuta desde la extraescena (Julián Piñuel), lo que aumenta las valencias del espacio y de la percepción de quienes miramos.

La apuesta por lo sensorial incluye la circulación del whisky, la coca y el champagne que, espirituoso, descansa sobre los hielos dispuestos sobre un bidet, como promesas de alivio y satisfacción. No es extraño entonces que hacia el final suene Charly García con “Influencia” como cifra de todo lo visto y sentido.

 

Chongo triste, dramaturgia y dirección de Antonio Villa, Teatro Nacional Cervantes, Buenos Aires, hasta el 4 de diciembre de 2022.

27 Oct, 2022
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