El arte de componer para una música improvisada. Carla Bley (1936-2023)

No resulta necesario aclarar desde un púlpito metaforológico que el corazón es el laboratorio central del cuerpo; en todo caso, decir esto sería circunscribirse a una evidencia demasiado clara.
Más poético y a la vez más concreto es pensarlo como un tejido: no sólo las ramificaciones que se desprenden de él bombean la sangre a todos los espacios del organismo, sino que él mismo es el producto de una conjunción de células cuya orquestación deviene músculo vibrante.
Aun así resta preguntarse, como si se tratase del lado oscuro de la luna, ¿qué hay en el fondo del corazón? Es decir, ¿qué esconde tras de sí ese zumbido insolente que marca el compás de la vida?
Todo lo que subyace al corazón se encuentra quizás en su raíz etimológica, raíz que en los idiomas latinos se conserva: en italiano es cuore, en francés es cœur, en portugués es coração. Por otra parte, recordar es volver a pasar por el corazón para enlazar (“cuerda”) lo que nos conmueve, pensar entonces los lazos que atañen al corazón es figurarse un despliegue textil que sigue la lógica de una trama.
La obra de Sabina Tiemroth (Neuquén, 1984), es deudora de esa premisa. Ya en sus títulos “Abrazo I”, “Abrazo II” de su serie Lazos o los que corresponden a la serie Caminos se vislumbra una búsqueda intrincada, mas esta imbricación de tejidos jamás se despega de la calidez de su ejecución. Cada capa sigue un curso imposible de predecir, invitando al espectador a perderse ante cada nuevo ensayo, ante la incursión de un nuevo color que surge y que vuelve a desaparecer. Cada fibra entonces se comporta como una pulsación.
En el caso de Ana Vila (Villa General Belgrano, 1987), entendemos que su experimentación formal ha ido creando una estructura que por iteraciones va conformando corazones a su paso. Los hay, como en su obra precedente, de los más variados colores y volúmenes. Lo que importa en su obrar esta dado por un programa dictado por los sentimientos: persigue los pálpitos que le transmite el material y así va explotando las capacidades de la materia, su potencial escondido. La materia se escurre sobre la base tangible como lo haría la sangre: formando coágulos, fundiéndose con lo circundante para asimilarlo, para hacerlo suyo.
Cada una de ellas, a su modo, representa ese doble fondo que puede hallarse en la trama secreta del corazón, en su arqueología propia: tejido y latido, vehículo y carretera, fuerza y destreza. Sumadas nos revelan algo fundamental que se conoce desde que la medicina se volvió una herramienta indispensable para sostener la continuidad de la especie: nada pervive sin el corazón.
Sabina Tiemroth y Ana Vila, Desde el fondo de mi corazón, curaduría de Lina Ángel, OdA, Buenos Aires, 14 de septiembre – 19 de octubre de 2023.
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