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El conjunto de obras reunido por Joaquín Barrera para componer la exhibición Nada personal de Nicolás Martella en Fundación Osde gana potencia y autonomía si se piensa dónde y cómo surgen los siete proyectos seleccionados. En otros términos, por qué Martella recopiló, ordenó y guardó por meses —a veces por años— archivos que conformaron posteriormente las distintas colecciones que componen la muestra. En un primer momento, las imágenes se presentan desubjetivadas, es decir, condensan construcciones que exceden las de una persona individual, o la de su (auto)biografía. Nos hablan de escenas sociales de un pasado cercano, aunque todavía no historizable, reconocibles por el recuerdo sensible y por aspectos tecnológicos de las imágenes. De los pequeños relatos que se tejen en el transcurso de una vida.
Las obras se conforman a partir de fotografías y libros ordenados con voluntad sistematizadora. Esa sistematicidad conduce a Martella a recortar todas las fotos publicadas en los periódicos el día de su cumpleaños durante el transcurso de una década, por caso, para posteriormente volver a agruparlas en un nuevo dispositivo, o a recuperar imágenes precarias manchadas con tóner negro, en las que reconocemos las fotocopias de las “reproducciones” de grandes obras de arte con las que estudiamos historia del arte hasta hace pocos años. En otras series, el hilo conductor es más escurridizo, como en el caso de la habitación que se encuentra al fondo de la exhibición, donde las pequeñas fotos amateurs que la empapelan de piso a techo eluden una única lógica narrativa que salte a la vista. Fueron recopiladas de las carpetas de “Mis archivos recibidos” en cibers de la ciudad de La Plata y están colmadas de gestos epocales, como de un sistema de producción e intercambio de imágenes.
A través de estos componentes tecnológicos de la conformación de imágenes, la muestra refiere a momentos y formas anteriores a la masificación de los celulares, las cámaras de fotos e internet. En un perfecto equilibrio entre lo azaroso y lo controlado, vislumbramos la mirada del artista como aquel que recorta y observa imágenes para producir nuevos agrupamientos. La fotografía es el medio que le permite materializar y comentar su mirada. Aunque la mayoría de las veces sus fotos borren las huellas autorales, es fotógrafo en el sentido en que hoy día todas somos fotógrafas. Martella encuentra en la captura automática del instante una manera de romper con la vertiginosa velocidad con que vivimos.
Los diferentes proyectos hablan de los cambios que se suceden en el transcurso de la generación a la que pertenece el artista, la última en vivir la experiencia cotidiana de manera analógica: la última en ir a la biblioteca para buscar información, la última en usar la Guía-T para saber cómo llegar a diferentes puntos de la ciudad, o en identificar un teléfono con un domicilio y no con una persona. Finalmente, la última en apreciar la función del papel impreso como piedra fundamental de la memoria. Y, al mismo tiempo, la misma generación que adoptó hambrienta las infinitas posibilidades de las computadoras personales, primero, y de internet pocos años después. La desmaterialización digital de la vida en el transcurso de una generación.
Con los backups digitales en “la nube” de nuestros archivos, localizaciones, conversaciones y más, la memoria se volvió un proceso automático e involuntario. Tal vez sea por eso que las obras de Martella logran establecer un vínculo de empatía extrema con quienes las observan, por lo menos con aquellos que pertenecen a mi generación. Existe una determinación absoluta por parte del artista en su tesón para señalar, guardar y exponer. No se puede más que salir de la muestra maravilladas por la sagacidad y el humor de Martella, quien, a pesar de atestiguar en las últimas décadas cómo las tecnologías se fagocitan unas a otras cada vez más aceleradamente, encuentra en lo-que-acaba-de-ser un manantial inagotable de materia prima con la que trabajar a través de los años. Celebrando las particularidades de lo que fue, sin la nostalgia de que ya no sea así.
Nicolás Martella, Nada personal, curaduría de Joaquín Barrera, Fundación Osde, Buenos Aires, 29 de mayo – 30 de agosto de 2025.
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