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Al entrar a Cantos y alaridos, la muestra de Ana Won en Galería Constitución, inmediatamente pensé en Poesía estatal (2017), el libro de Osvaldo Baigorria, donde de forma concreta asegura que: “El canto se hace alarido / y zumba / sin voz”. Varias páginas después, en otro poema, insiste en ese nexo entre la voz entrenada y la mera vociferación: “el gemido original se adhiere al rito / y / se vuelve canto / y / también carcajada”. Más adelante, reitera: “hay una relación entre el canto del gallo / y el aullido del mamífero que viene a robar los huevos”.
Las obras de Ana Won parecen coagular los alaridos disonantes de una pintura rudimentaria, gestual, suelta y bruta, y están contenidas en gruesos marcos o dispositivos ornamentales de una madera oscura, que dan presencia a la planicidad de las pinturas. Estos marcos no son los de aquella conocida formulación: lo indiscernible entre la obra y el mundo; aquí, los ornamentos que rodean la obra son también la obra.
La madera oscura, robusta y dura, hoy casi inexistente o inconseguible, pareciera sobrevivir únicamente en algunas pocas y dispersas dependencias del Estado, aquellas que pudieron sostenerse desde su comienzo, cuando se respiraba el proyecto moderno de una constitución nacional e identitaria en ciernes. El roble, nogal o ébano, por ejemplo, aportaban su densidad para cimentar las bases de instituciones que debían perdurar hacia el futuro, y se equiparaba la dureza de la madera con la nobleza del espíritu.
Pero Ana toma a aquella institucionalidad solemne como una pantomima. El pino y el cedro, que ella usa teñidos, son síntoma de un tiempo que valora los objetos livianos y maleables por sobre los inamovibles y perdurables. Mientras que la pintura verde agua de las paredes, que recorta puertas y ventanas de la sala, parece tomada de un centro vecinal, un hospital público o un club deportivo municipal.
La artista dice trabajar sus pinturas desde la intuición, lo que sería igual a asegurar que su hacer carece de un plan. O que la suya es una técnica que posterga la técnica. Sin embargo, el marco que rodea una obra es un plan, y también una pauta. Encontrar la manera de emular un mobiliario de 1910 es también seguir un programa. Por eso, pienso en Cantos y alaridos como la transición entre lo uno y lo otro, esto y aquello. La pintura y su tema, podría decir Aira. “El paso de un término a otro por la acción de una conjunción audaz”, donde el tema de la pintura son dos temas: las pinturas hechas de un presentimiento ciego, y los marcos, que aplican su norma, unidos ambos por una conjunción, el nexo y. Cuando el canto se hace aullido, que luego se rectifica y armoniza para volver a ser canto, y viceversa.
Ana Won, Cantos y alaridos, Galería Constitución, Buenos Aires, 3 de abril – 4 de junio de 2021.
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