Los descubrimientos no se planean, eso es obvio. Y qué difícil es entenderlos. Tampoco se planean la enfermedad ni las catástrofes ni nada que sea fuera de lo común.
Y cuando irrumpe lo trágico, el azar, sea en su faceta positiva o negativa, quedamos paralizadxs, en un estado bastante animal. Adueñarse o hacer algo con eso es una acción posterior que puede ser cocinar una comida, lograr moverse o pintar un cuadro. ¿Y qué es un cuadro?
Jacqueline Golbert empezó a pintar sin dialogar con la pintura. Y es justamente esto lo que confirma su fuerza particular, que viene de debajo de su cama, de atrás de la puerta covidosa que no puede abrir. Sus obras están situadas y encadenadas entre sí. Las encadena el territorio que convocaron juntas, el paisaje y su materialidad.
Muchas veces me pregunto en las galerías de arte si las obras se crearon juntas o se dispusieron juntas después. El espacio invisible que las une ¿se construyó obteniendo su sentido diferidamente, de la mano de un curador que tuvo que nombrarlo?
Bueno, estoy segura de que esta muestra (que es además la primera de Golbert) existía antes de montarse. No vivo, sobrevivo: ese es el ánimo que subyace en todo lo que se ve. Es un clima que ya existía previamente a la galería. Pero ¿dónde? La artista pintó casi todas las obras durante la pandemia. Antes no pintaba. Y de pronto hizo cincuenta pinturas. ¿Dónde estaban? Me interesa más pensar en eso que buscar un sentido en ellas.
Si todos somos un personaje en el momento en que decidimos hacer público lo que producimos, Jacqueline Golbert traslada ese acto que maneja en la escritura hacia la pintura y a su muestra de una manera singular, mostrando todo sin espectacularizar nada, o casi borrándose (no hay rasgos ni identidad en las personas retratadas en las pinturas). El soporte en casi la totalidad son hojas A4 blancas. Pinta con acrílico y témpera y objetos que recorta y encuentra en la calle. Los trazos son lisérgicos, medio De la Vega. También a las pinceladas zigzagueantes deformes las suceden otras chiquititas, de puntillismo.
Los colores son ásperos, difíciles. Nada es. La instalación de la tele con Los Simpsons derretidos y el peluche espectador lo confirma. Nada es, porque el mundo se terminó (2020). Hay gris y bailamos clandestinamente sobre cadáveres. Esta muestra urgente hizo cuerpo con eso. El virus se filtró en sus venas. Lo asimiló e hizo pinturas con símbolos de lenguas rolingas, caniches que van al cielo y mensajes subliminares.
Son pinturas como podrían haber sido poemas o canciones. Vayan a verlas antes de que el virus se apodere de nuevo de nuestros cerebros.
Jacqueline Golbert, No pregunten cómo vivo, Galería El Vómito, 5 diciembre de 2020 – 5 de febrero 2021.
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