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Persistencia de la pregunta por el arte

Hernán Borisonik

ARTE

En octubre del año pasado, la editorial Miño y Dávila publicó Persistencia de la pregunta por el arte, el último libro de Hernán Borisonik. A lo largo de treinta y un capítulos, el autor renueva la pregunta por el arte para, a través de este objeto, fugarse hacia un análisis del sistema del mundo contemporáneo. En un ensayo que va de la estética a la ciencia política pasando por la economía, Borisonik realiza una apuesta crítica para desterrar las lecturas sobre el supuesto agotamiento de las prácticas artísticas. Además del andamiaje conceptual occidental —una constelación de autores entre los que se destacan “Bifo” Berardi, Rancière, Sara Ahmed, McKenzie Wark, Agamben y Aristóteles—, Borisonik se propone construir un intercambio generacional entre artistas e intelectuales locales que desde distintos enfoques han pensado el arte contemporáneo. Si desde el nacimiento de la etapa actual del neoliberalismo, en la década de 1970, se hace cada vez más difícil construir un intercambio colectivo (como señala Borisonik recuperando a Lacan, se trata de una yuxtaposición de singulares que no logran conformar un plural), es a partir del intercambio con pares y no tan pares desde donde se propone una salida. El autor recupera las propuestas y análisis de Ezequiel Gatto, Guadalupe Chirrotarrab, Silvia Schwarzböck y Emmanuel Biset, entre otros, para pensar con ellos la estética, las futuridades, la profesionalización y precarización del campo del arte local, y de este modo dar respuesta al interrogante en torno al arte. Como señala Manuel Ignacio Moyano en el prólogo, hay una pregunta que parece guiar el libro a lo largo de sus páginas: ¿Hay arte afuera del mercado capitalista?

Para responderla, Borisonik recupera el concepto de autonomía, lo que le permite problematizar las relaciones históricas que el arte ha tenido con el poder económico y político a través de los siglos. Entre el quattrocento y el cinquecento comienza a reformularse la relación entre arte y mercado: el arte se aleja de la Iglesia para acercarse a la burguesía. De manera paulatina en Occidente, las obras son concebidas a partir de la libre creación de los artistas, tomando distancia de la mediación divina y de la autoridad de la Iglesia. A partir de los siglos XVIII y XIX, el desarrollo de obras a partir de la propia experiencia de los artistas permitió la consolidación del arte como campo autónomo. Como observó Walter Benjamin, a partir de entonces se produjo una ruptura de los lazos que unían las obras con las formas religiosas, cultuales y rituales que las caracterizaban, y su conversión progresiva en mercancías. Con el paso del capitalismo fordista al financiero en las últimas décadas del siglo pasado, el arte sufrirá una nueva mutación. La conformación de colecciones de arte por parte de importantes financieras, la apuesta que galerías, coleccionistas, ferias y bienales realizan por artistas jóvenes cuyas obras serán más caras en el futuro, dan cuenta de un sistema que ha convertido el arte en un activo financiero. Desde este lugar, Borisonik recupera la pregunta por la autonomía, el interrogante por el afuera. ¿Es posible pensar un arte por fuera de la mercantilización? ¿Es posible pensarlo por fuera de las instituciones que encuentran en la identidad y la procedencia de los artistas un lugar desde el cual lavar las culpas por el modelo económico extractivista que muchas de ellas proponen?

El arte se revela entonces como un campo de disputa. La conformación de un poder — financiero, neoliberal, etcétera— capaz de canalizar las fuerzas creativas hace que antes de evidenciar las relaciones entre arte y política sea necesario observar la producción de subjetividades que conforman las relaciones actuales. Siguiendo las lecturas de El Antiedipo (1972), el deseo —y por ello el arte— es la principal arena de conflicto del mundo contemporáneo. Como señala Borisonik, la pregunta por el arte “resulta una intensificación teórico-crítica de la escena actual y su historicidad; porque sólo a partir de su insistente replanteo pueden cobrar sentido las discusiones en torno al arte no-humano, algorítmico, autogenerado, posthumano, latente, etcétera; porque tensa todas las nociones de contemporaneidad; porque apunta a una fuente de vitalidad existencial”. Para evidenciar esta disputa, el autor despliega líneas que tensan la relación entre arte y política y propone a partir de esta relectura diversas salidas. Desde la reformulación de esta relación que ha introducido la teoría de Rancière, la recuperación de la potencia del no que desde enfoques diferentes formulan Agamben y Sara Ahmed, hasta las críticas a la concepción identitaria entre arte y diseño de autores como Hal Foster y Boris Groys, o el surgimiento de una clase hacker que, siguiendo a McKenzie Wark, sea capaz de disputar creativamente los modos de compartir y circular información, el interrogante por el arte revela su actualidad para reafirmar la potencia de las prácticas artísticas y estéticas y su capacidad para reorganizar una escena que hoy se concibe a sí misma demasiado extenuada.

 

Hernán Borisonik, Persistencia de la pregunta por el arte, Miño y Dávila, 2022, 132 págs.

19 Ene, 2023
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