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¿Es posible aún entablar una conversación crítica con uno de los artistas mexicanos con mayor reconocimiento nacional e internacional? ¿Hace falta escribir otro texto sobre Gabriel Orozco, una de las figuras más significativas de la generación de artistas que abandonaron sus talleres para trabajar directamente con el paisaje posindustrial del entorno? Más allá de las conocidas polaridades entre sus admiradores devotos y sus detractores, la muestra retrospectiva Politécnico Nacional que se exhibe en el Museo Jumex, la primera en la Ciudad de México desde 2006, invita a participar de su obra desde un lugar plural y lúdico, público y activo. Reúne cerca de trescientas piezas dispuestas en todas las salas del museo que dan cuenta de cuarenta años de trayectoria y de la transformación de intereses e ideas persistentes que Orozco logró trasladar a un lenguaje visual. Curada por Briony Fer, historiadora del arte británica que lleva años estudiando su obra, la muestra no está pensada como una retrospectiva cronológica, sino que parte del reconocimiento de ciertos temas y motivos que organizan las salas como si se tratara de capítulos o peldaños de un relato más complejo.
Las piezas en la galería 3, por ejemplo, se reúnen en torno a la idea de “aire” y encarnan una exploración entre el arte y las prácticas cotidianas con obras icónicas como La DS (Cornaline) (2013), que reinterpreta La DS de 1993, un Citroën DS clásico francés transformado de manera radical eliminando la sección central y convertido en un vehículo imposible, estrecho y disfuncional. Pero también es posible encontrar allí la Mesa de billar oval (1996), dos de sus Mesas de trabajo (una serie abierta en 1996 que aquí se extiende a Working Table, Tokyo [2015-2023]) que reúnen colecciones móviles de restos, pruebas y objetos encontrados en constante transformación, y otra abundante serie de obras intervenidas con círculos como Atomists Making Strides [Los atomistas avanzan] de 1996. En el comienzo del recorrido, estas obras ponen en evidencia el interés de Orozco en el juego y los deportes, el azar y las posibilidades de cambiar las reglas y atender a los efectos.
La galería 2, por su parte, refiere a la “tierra”, un mundo que conjunta la naturaleza con la cultura, con piezas que parecen orgánicas en su hechura pero que en realidad son completamente sintéticas: en Color Travels Through Flowers [El color viaja a través de las flores] (1998), Orozco transforma tintes de flores artificiales en explosiones de color sobre papeles suspendidos, como si la naturaleza misma hubiese creado estas pinturas. Hay, a lo largo de esta galería, una noción de procesos muy arraigada en la obra del artista, de transformación entre lo natural y lo artificial. Pero también encontramos aquí, solitaria en el piso, la audaz Caja de zapatos vacía con que Orozco representó a México en la Bienal de Venecia de 1993. “No puedo prever, en realidad, cómo voy a decepcionar esta vez”, ironizaba Orozco en una conversación con María Minera en ocasión de su exposición en el Museo de Bellas Artes de la Ciudad de México en 2006, anticipando los efectos inesperados que desde aquella caja de zapatos su obra puede seguir provocando, en un proceso vivo que se va modificando.
La galería 1 se pensó en cambio, según Fer, como un acuario centrado en Dark Waves (2006). El esqueleto de ballena hecho con resina e intervenido con grafito convive en la sala con otras piezas como Balones acelerados, de 2005, que configuran un jardín seco en la terraza del museo y dinamizan los límites entre la escultura y el dibujo. En el sótano del museo, por fin, se compuso un espacio informativo con paneles que explican con mayor detalle los temas que organizan la muestra y en el que también se reproduce un video de Monse Castera y Adriana Kong, con imágenes paródicas y memes de internet sobre la obra y la figura pública de Orozco, que el propio Orozco encargó a la agencia cultural Momoroom en un gesto autoirónico.
Más allá de los juicios sobre la obra que el video despreocupadamente incluye en la muestra, cabe reconocer la variedad prolífica del arte de Orozco y la persistencia inagotable en sus búsquedas. Las piezas son tantas y tan diversas que seguramente hay una versión de Orozco capaz de convocar a cada espectador.
Gabriel Orozco, Politécnico Nacional, Museo Jumex, Ciudad de México, 1 de febrero – 3 de agosto de 2025.
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