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Diamanti

Ferzan Özpetek

CINE y TV

Existe una singular sensibilidad que derrochan las películas de sastrería y moda. Películas-objeto, o películas-tramado, en que las telas le ganan terreno al paisaje, se despliegan en la pantalla completa, tanto en miniatura como en panorámica, y parecen envolver al espectador con sus texturas. No ajeno a esta fascinación, el director turco radicado en Italia Ferzan Özpetek presenta Diamanti (2024) con el plano siguiente (impreso en el póster): ángulo contrapicado, la figura de una mujer esbelta de espaldas, un gran vestido rojo en el centro de la imagen que se desborda hacia los márgenes, dos mujeres de azul sumergidas entre las telas parecen estar zurciendo algunos de sus bordes. El dramatismo teatral se evidencia al darle tan sólo un vistazo; la importancia de la confección de este vestido es crucial para el desencadenamiento de toda la acción dramática.

Es el lenguaje de la tela el primer acierto estético y ético de esta película. “Percibir la belleza de algo es el punto más elevado al que podemos llegar”, en palabras del esteta por excelencia, Oscar Wilde. Acierto que se engrandece con la participación del diseñador de vestuario, Stefano Ciammitti. Gracias a la percepción estética de Ciammitti, a la capacidad técnica de volcar esas telas en la imagen, vemos la comedia y el drama que propone Özpetek volverse carne en los vestuarios que funcionan como prendas y escenografía. En este sentido, el director hace foco en el mundo cinematográfico, como lo viene haciendo el cine mainstream al estilo de Érase una vez en Hollywood (Quentin Tarantino, 2019), pero pone el ojo sobre una tarea secundaria del proceso de producción de un film: el diseño de vestuario.

Son los años setenta, estamos en una casa de sastrería italiana comandada por Alberta (Luisa Ranieri) y su hermana, Gabriella (Jasmine Trinca), quienes aceptan el desafío de preparar el vestuario completo para una película musical de época. Es por esto que el equipo de trabajadoras de la sastrería Canova se dedicará con ahínco y obstinación a preparar el vestuario para complacer los deseos del exigente pero reconocido director. La narración de la película se apoya mayormente en los diálogos, así como en el foco que oscila de forma orgánica entre sus protagonistas. Nos encontramos con un plantel de mujeres trabajadoras y talentosas que se enfrentan a un desafío grupal ambicioso, pero a la vez cada una de ellas tiene claro cuál es su rol: diseño, teñido de telas, confección, etc. La cadena de producción del cine y su subdepartamento, que no deja de ser otra cadena de producción artesanal: un objeto de deseo que, al final del proceso, no sólo se muestra único, sino irrepetible.

Özpetek abre y cierra el filme con escenas que presentan un segundo plano narrativo (o metaficción). Por un lado, está la historia de la sastrería de Alberta; por otro lado, en un intento de autoficción, vemos a las actrices leyendo el guion por primera vez, bromeando, incluso cuestionando algún episodio del argumento, finalmente, también al director recorriendo la escenografía y escuchando sus voces como quien evoca su propia juventud. La biografía se encarga de completar con datos que no necesariamente son relevantes para la ficción, pero sí para la historia del cine: Özpetek recuerda en esta película su trabajo como asistente del actor y cineasta Massimo Troisi y sus visitas a la Sartoria Tirelli comandada por Piero Tosi, célebre diseñador de vestuario de filmes de Luchino Visconti como El Gatopardo (1963) y Muerte en Venecia (1971).

Las mujeres de Özpetek son fuertes e independientes, pero también ingenuas y están sometidas a las tensiones del mundo masculino. Si bien el espacio se conjuga como emancipación de sus problemas domésticos, cada una debe enfrentar distintas situaciones, en cierto sentido típicamente femeninas, más aún en la década del setenta. Nicoletta, golpeada por su marido todas las noches porque no complace sus expectativas culinarias; Paolina, abandonada junto con su hijo Simone por un hombre que le dejó sólo un recuerdo material; Gabriella y su duelo.  Cada uno de los personajes logra singularizar su historia de vida que hacia el final recorremos en un racconto fotográfico.

Un mundo en apariencia superficial se complejiza en Diamanti, que alumbra dinámicas colectivas de vinculación y muestra una sensibilidad fraterna entre mujeres. Ya no la apariencia como vehículo de legitimación, sino el arte de la apariencia, el oficio de la genialidad particularizada en el vestuario: el movimiento de las telas, la frondosidad del color que tiñe toda conversación de elocuencia y gracia. Es espontaneidad, sí, pero también es juventud, vida y una manera muy particular de iluminar los vínculos entre mujeres.

 

Diamanti (Italia, 2024), guion y dirección de Ferzan Özpetek, 135 minutos.

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