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“Este libro no se puede vender, es una locura, hagamos sólo cinco mil ejemplares”, dijo Paco Porrúa cuando en 1973 planeaba la edición de Expreso Nova, de Williams Burroughs. Era una novela de vanguardia, casi ilegible, de la cual iba a tener que imprimir, finalmente, cinco mil ejemplares más. La frase nos ubica en otro estado de la cultura y del mundo del libro en Argentina, pero también resume una trayectoria: la íntima y casi milagrosa conexión entre el éxito económico y la exquisitez literaria.
Minotauro: una odisea de Paco Porrúa es un recorrido por la vida de un editor ejemplar y por los detalles de un proyecto cuyos resultados aún estamos viendo en la literatura contemporánea: la edición en español de la ciencia ficción “como literatura”. En tiempos en que el género, en todo el mundo, apenas se asomaba de su nicho de fans, en ediciones masivas y vulgares, Porrúa pudo cruzar mundos que parecían tan incompatibles como el monstruo verbal “ciencia ficción”, que supo inventar e imponer sobre “ficción científica” o “fantaciencia”. Martín Castagnet cuenta que la primera mención sobre Bradbury le llegó a Porrúa a través de Les Temps Modernes, fundada por Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre y Maurice Merleau-Ponty, y el nombre de la editorial, de la revista Minotaure, que era dirigida por Bretón y tenía portadas de Matisse, Picasso o Duchamp. Es difícil, en tiempos de campos culturales menos compartimentados, percibir lo novedoso de esas mixturas. Kurt Vonnegut, en una de las tantas citas memorables que recoge el libro, recuerda cuánto lo incomodaba ser relegado al cajón de la “ciencia ficción”, puesto que “muchos críticos serios confunden el cajón con el inodoro”.
En esta versión muy bien editada de su tesis doctoral, Castagnet recorre con minuciosidad cada elemento de ese proyecto. En principio, la construcción del catálogo. Cualquier lector activo en los años setenta u ochenta podría recitar la lista de títulos enumerados en las páginas finales de los libros de la editorial, como una suerte de poema o de oración laica: el catálogo conseguía que uno quisiera leer lo que escondían títulos como El juego de la rata y el dragón, Las sirenas de Titán, Las doradas manzanas del sol, El cuerno de caza, El día de los trífidos, La república de los sabios o Los cristales soñadores, aun sin tener la más remota idea de quiénes eran los autores o de qué trataban. Minotauro: una odisea… nos permite bucear en la génesis de esa lista, con múltiples anécdotas, análisis de la economía editorial, transcripciones de cartas, testimonios de autores y del propio Paco Porrúa. Además del catálogo, examina las traducciones, obsesiva tarea encarada por Porrúa a través de un juego de heterónimos, y luego por varios de los mejores traductores argentinos, como Enrique Pezzoni, Marcial Souto o Marcelo Cohen. Un episodio muy importante en la construcción de esa lengua de traducción rioplatense, a la vez elegante e invisible, a la que nos acostumbramos al límite de no tolerar algunas páginas actuales. Finalmente, cuestión para nada lateral, analiza el diseño gráfico, en particular la decisión de utilizar, primero, tapas abstractas, luego los diseños sutiles de Rómulo Macció y, finalmente, una selección de los mejores ilustradores argentinos. Sin robots, sin extraterrestres, sin chicas con poca ropa.
Los recorridos de la literatura son sutiles y de largo plazo. Es notable que buena parte de la literatura argentina actual, que parece estar abandonando el policial por la ciencia ficción como género de referencia, derive de algunas decisiones tomadas por Porrúa en la década del sesenta —y, quizás, de la revista El Péndulo, que tanto tiene que ver con Minotauro—. Porrúa nos enseñó a leer, pero parece que también nos enseñó a escribir.
Martín Felipe Castagnet, Minotauro. Una odisea de Paco Porrúa, Tren en Movimiento, 2023, 252 págs.
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