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Con uno de los títulos más oportunos de los últimos tiempos, acaba de publicarse un nuevo trabajo de divulgación de la presidenta de la Academia Argentina de Letras, Alicia Zorrilla, quien ya nos había sorprendido con su prosa descontracturada en su anterior trabajo, Sueltos de lengua (2020). En esta oportunidad, con un claro fin didáctico, va describiendo, uno a uno, los errores más extendidos entre los hablantes, dentro de los cuales ha aparecido una nueva categoría, a la que Roger Chartier llama wreaders: aquellos que leen para escribir y escriben para ser leídos en la inmediatez de las redes sociales, mezclando los dos registros, el oral y el escrito, con consecuencias cognitivas que todavía no han sido medidas, siempre según este especialista. Por lo tanto, las cosas del lenguaje se han complicado todavía más, en especial —advierte la autora—, a partir de la pandemia, abriendo una nueva línea de investigación para lingüistas inquietos.
Así, registra en cada capítulo ejemplos del mal uso de la lengua tomados de los medios de comunicación escrita, digital y audiovisual, de discursos periodísticos y publicitarios (¡y hasta de los servicios de corrección en línea!) sin perder el sentido del humor, como en algunos ejemplos elegidos que parecen salidos de la boca de Catita. Y sobre todo, combinando erudición con didáctica, transforma el libro en una verdadera herramienta de consulta en la que muestra la forma correcta en que se debería haber escrito, explicando los fundamentos de la norma que transgrede. En su rol de “guardiana” de la norma lingüística, utiliza todo tipo de metáforas médicas para referirse a los ataques de los hablantes a la lengua, como “epidemia de errores”, “el virus de los gerundios”, “la lengua está enferma” o “lastimada”, “una sintaxis accidentada”, “la coma, en coma”, “reflexiones que no tienen antídoto” o “una oración que sufre otros padecimientos”. Reconoce, en las variantes utilizadas en el uso de la coma —lo que nos tiene a todos a maltraer—, los límites que le pone la escritura literaria a la gramática y, si defiende calurosamente las normas establecidas contra las razones extralingüísticas para su transgresión, afirma que “la función de las Academias es recoger y estudiar las normas que les vamos dictando los hablantes”. Una grieta por la que el lenguaje inclusivo, a pesar de su impugnación, terminará ingresando e imponiéndose. Afirma, junto con John Locke, que “no hay un solo error que no haya tenido sus seguidores”, y termina su trabajo haciendo un homenaje a los dueños de un oficio que ha sido abandonado en todas las redacciones, el de corrector. Y si su tarea no es sólo limpiar el texto de errores, sino reflexionar acerca de la causa de aquellos, lo define como un acto de equilibrio intelectual entre los hablantes y las palabras.
En el año en que se cumplen quinientos años del fallecimiento del autor de la primera gramática española, Antonio de Nebrija, esta autora decidió rendirle homenaje escribiendo un libro a su altura.
Alicia María Zorrilla, ¡¿Por las dudas…?!, Libros del Zorzal, 2022, 256 págs.
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