Emilia Pérez

Se puede detectar el momento en que comienza una operación de rescate literario; anticipar cuándo termina, no. El de Silvina Ocampo es, en este sentido, uno de los casos más elocuentes de las letras argentinas. Y por partida doble: de vida y obra.
Para Ocampo, el acceso a un público medianamente amplio y el interés extendido de la crítica literaria vernácula llegaron recién en la década de 1980, cuando ya le quedaba poco por escribir. El brinco de la obra coincidió con el nacimiento de cierta curiosidad por las intimidades de una existencia que su protagonista retaceó celosamente hasta el fin. Post mortem, las infidencias en torno a esos entretelones —empezando por las que el mismísimo viudo, Adolfo Bioy Casares, se encargara de propagar— no han cesado; tampoco las indagaciones sobre sus textos. Uno de los últimos aportes a ese ya ingente estado de la cuestión es Silvina Ocampo: marginal. De labores menores y lecturas oblicuas, de María Julia Rossi, libro que consolida una larga serie de producciones académicas acopiadas por la investigadora durante más de una década.
El título acusa una idea-fuerza que emparienta los textos del corpus sin atarlos a un único sentido. Rossi se ocupa tanto de la excentricidad, stricto sensu, de la figura de Silvina Ocampo —un lugar común que es vasallo de las comparaciones (se es marginal respecto de un Borges, de un Bioy, de una Victoria Ocampo)—, como de esa relativa minoridad que, en palabras de la crítica Judith Podlubne, resultó “un asunto medular de la literatura de Ocampo y un rasgo distintivo de sus autofiguraciones”. Rossi recoge ese guante, aportando razones a quienes advierten en la organización de las ficciones ocampianas un mundo rico en perspectivas que se quieren marginales —la infantil, la femenina, la animal, la monstruosa— y que hacen al núcleo de una apuesta estética y ética.
Pero de lo que aquí se trata, principalmente, es de un particular objeto de estudio: prólogos, traducciones, manuscritos, marginalias. Es allí donde, según Rossi, “pueden rastrearse tanto continuidades con las obras más conocidas así como ricas divergencias”. Un “Estudio preliminar” de fines de los años cuarenta en el volumen Poetas líricos ingleses de la colección Clásicos Jackson, por ejemplo, revela a una Silvina Ocampo que sorprende por el tenor inusitado de los afeites con que hace de la forma ensayística, antes que una glosa instructiva, una experiencia lúdica y hasta irreverente. Ocampo hace allí lo que menos se espera de ella: desarrolla, según Rossi, “un credo poético no enunciado como tal en el resto de su obra”.
Otro capítulo, el más extenso del libro, inquiere los vínculos con las lenguas francesa e inglesa: las traducciones de la poesía de Emily Dickinson, una introducción escrita directamente en inglés a Leopoldina’s Dream (antología de cuentos, de 1988), y una autotraducción de esa misma nota inaugural. Rossi compara traducciones con originales, disecciona particularidades gramaticales, sintácticas y morfológicas, y este close reading permite pensar la actividad de traducción de Ocampo como una práctica estética personal: una continuación de la obra propia en la ajena. Y si traducir es reescribir, en Ocampo la cosa va más lejos: escribir es reescribir. Rossi pasa revista a cuentos que vuelven como poemas y poemas como cuentos, lo que permitiría postular su práctica escrituraria como un perpetuum mobile que modeliza una materia ficcional hacia la que se guarda —en palabras de la propia Ocampo, en conversación con Noemí Ulla— una suerte de “fidelidad involuntaria”.
Rossi se mueve por el sesgo, pero avanza sobre seguro; allí donde el amateur conjetura, ella argumenta, constelando el objeto de estudio con el archivo y la más pertinente bibliografía crítica. Y si bien es probable que el trabajo suscite mayor interés entre devotos ocampianos que entre neófitos, el rigor académico no degenera en una prosa excluyente. Antes bien, la voz es fluida, contagia el entusiasmo. Gustamos de los cuadernos escolares, mecanoescritos y pruebas de galeras que dan cuenta de las etapas composicionales del relato “Carta perdida en un cajón”; y de esos interlineados y borraduras que, para Rossi, alertarán sobre “protocolos de lectura heteronormativos”, pugnando por representar un sofocado deseo homoerótico. Este razonamiento, así como los que se despliegan en el capítulo “Las mujeres que desean”, confrontan la percepción de una Silvina Ocampo alejada del feminismo y en cambio permiten leer, desde la praxis literaria, una valiosa contribución a esa corriente de pensamiento.
Como corolario, Rossi se ocupa de actualizar las seculares polémicas alrededor del lazo entre Silvina y Victoria —además de hacer las delicias de todo bibliófilo, porque se trata de las dedicatorias autógrafas a la hermana mayor—. Y ahí, en las huellas de su cuerpo jugado en la escritura, aparece una Silvina oscilando entre la búsqueda de la aprobación y el agradecimiento embozado, entre la intimidad y la distancia; nadando en las aguas de una ambigüedad permanente.
Una de las mejores y más afamadas fotografías de Silvina Ocampo fue tomada por Sara Facio. En ella Silvina se tapa la cara con una mano. Durante mucho tiempo, el enigma Ocampo se alimentó de esa mano que sabotea el retrato: Silvina la elusiva, la disfrazada de sí misma. Pero nosotros imaginamos que María Julia Rossi prefiere la otra mano —verdadero punctum de la foto—; la que se cierra en puño sobre la falda, la que dice que en lo menos atendido, también, se escurre lo esencial.
María Julia Rossi, Silvina Ocampo: marginal. De labores menores y lecturas oblicuas, UNR Editora, 2024, 186 págs.
Si la colección Lector&s de Ampersand se propone invitar a escritores diversos a compartir bajo la forma del ensayo la rememoración de sus primeras lecturas, sus derroteros...
Estamos a comienzos de la década del cincuenta del siglo pasado. Neal Cassady tiene veinticuatro años y da vueltas por las pensiones de Denver. Juega al billar,...
La poesía de Juan L. Ortiz, el modo precioso de articular ritmo, visión, afecto, pensamiento, ha suscitado unos cuantos ensayos y lecturas valiosos. Su textura particular obliga...
Send this to friend