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Resulta evidente que, al menos en cierto sentido, la idea de un cambio en nuestra concepción de la política pasó de ser un ideal de la centroizquierda a convertirse en un emblema de las alt-right. Se ha vuelto cada vez más imprescindible revisar esos basamentos en la izquierda de los últimos veinticinco años para ver cuánto de eso puede detectarse como algo apropiado por la derecha, cuánto de eso resulta inane y cuánto puede servir para construir una alternativa. Qué duda cabe: la derecha ha tomado un nuevo golpe de aire a escala mundial y la centroizquierda todavía se está preguntando qué es lo que pasó, en una autocrítica muchas veces inútil, en lugar de construir robustas alternativas al salvaje statu quo. Un resplandor sin nombre de Oscar del Barco se convierte así en un material de peso para poder observar ese derrotero, criticarlo o inclusive recuperar de él un conjunto de planteos que todavía puedan ser útiles.
Del Barco, quien fuera uno de los fundadores de la revista Pasado y Presente, es una pieza clave para pensar tanto la recepción del posestructuralismo en nuestras costas como la transformación de la izquierda argentina durante el exilio producido por la última dictadura. Sin dudas abre una ventana a un conjunto de reflexiones que tienen como blanco las estructuras jerárquicas cerradas. Esto implica, por un lado, el devenir tecnocrático de la política general, que es otro modo de nombrar su reemplazo por una técnica que impone de manera directa aquello que bien podemos entender como el neoliberalismo surgido a finales de los setenta y que Del Barco llama en ciertos artículos el “Sistema”, con mayúscula; y, por otro lado, los modos de organización partidaria de los socialismos reales, desde el bolchevique, de Lenin a Stalin, hasta los partidos revolucionarios de izquierda. Y es que Del Barco será siempre el nombre vinculado a la polémica del “no matarás”, la carta que en la revista La Intemperie implicó una autocrítica en torno a la violencia ejercida por parte de las guerrillas en tiempos de lucha y persecución.
La alternativa que se lee, a veces a contrapelo, a veces de manera explícita en estos trabajos reunidos que van de la década de 1980 a la de 2010, es la búsqueda de lo que él denomina “el instante”, aquello que es inasible a toda estructura y también tendiente a poner en jaque los modos generales de política organizada (y, por lo tanto, despótica y represiva) en la forma partido. Hay que recordar que Del Barco reconsideró sus posiciones originales no sólo en tanto parte de esta revisión de principios, sino también a partir del descubrimiento de ciertos modos de expansión de la conciencia mediante el uso de sustancias (LSD, peyote) vinculadas a la reivindicación de movimientos minoritarios: “Desde el fragor del mundo” (carta publicada en la revista Controversia) es claramente la puesta al día de este cambio que explica la doble crítica a los órdenes jerárquicos, sin importar la ubicación política.
La lucidez de los diagnósticos de este pensador choca rápidamente con su lectura en el presente. La alternativa apoyada en los movimientos minoritarios sin articulación en políticas partidarias tiene una difícil presentación en el espacio político real: lo que Del Barco mostraba como camino posible puede ser leído hoy como un problema en la política argentina de todos los días, con un grado de fragmentación altísimo en la centroizquierda y un funcionamiento compacto, en bloque, de la derecha. La búsqueda del “instante” quedará acaso como un léxico poético que no se trasunta en un uso político concreto, y dejará la lectura del filósofo como un material de archivo que no siempre interpela al presente, salvo para reconocer las deficiencias de los modos de organización política real. Su crítica a las tensiones en las organizaciones jerárquicas, por más válidas que sean, resultan más que nada un llamado a recuperar para nuestro lado la utopía.
Oscar del Barco, Un resplandor sin nombre. Textos sobre política, filosofía y mística, Tercero Incluido, 2022, 312 págs.
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