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Atlas del eclipse

Reinaldo Laddaga

LITERATURA ARGENTINA

Inconcebible, extraordinaria, fatalmente realista, la parálisis mundial instaurada por la pandemia de covid-19 a fines de marzo de 2020 fue decantando en reelaboraciones de todo tipo, palabras e imágenes volcadas a llenar el cráter de un acontecimiento que por un instante descorrió el velo vitalmente ficticio de un paisaje decrépito. Como pocos, Reinaldo Laddaga escrutó las ruinas de ese paréntesis sistémico largándose a recorrer uno de los epicentros más catastróficos de la epidemia, la ciudad de Nueva York de la que el crítico y escritor argentino es residente, para emerger del otro lado con una crónica que se lee como testimonio en negativo y alucinado de un lugar y una época inadvertidamente sobrenaturales. De allí que Atlas del eclipse recupere a Edgar Allan Poe como cómplice intertextual de la expedición infernal, un Virgilio mórbido que fue ídolo de juventud de Laddaga y que en su relectura oportuna —de poemas y relatos como “Al Aaraaf”, “Para Annie”, “Pérdida del aliento”, “Revelación mesmérica”, “Los hechos del caso del señor Valdemar” o “El coloquio de Monos y Una” se revela médium decimonónico del frágil hiato entre la vida y la muerte, el alma y el cuerpo, la vigilia y el sueño: umbrales de la pausa, el eclipse y el limbo de la condición humana.

La primera manifestación de ese entresijo ocurre en el propio cronista, cuando contrae coronavirus al inicio del confinamiento contagiado en bizarras circunstancias durante una sesión de terapia psicotrópica en un subsuelo. Una vez recuperado del extremo dolor y la fatiga, Laddaga sale casi por instinto a caminar por una Nueva York de pronto diáfana en su aire incontaminado y calles vacías. Con una visión de rayos X a cielo abierto reflejada en fotos espectrales de celular, el cronista registra la paradoja de vallas, superficies, fachadas y fronteras que recubren un diluvio silencioso, no sólo las parvas de muertos que se van apilando por la enfermedad cada tres días se alcanza el mismo número de víctimas de los atentados a las Torres Gemelas sino capas tectónicas de pestes, cementerios, abismos demográficos y entidades arquetípicas que se alternan en el entramado urbano. Más que los contemplativos Benjamin, Baudrillard o Sebald, Laddaga parece ese cochero del cómic From Hell que provoca el vómito en su acompañante luego de guiarlo en un paseo gótico por una Londres de simbología ominosa. Es el vértigo de un Maelstrom que no puede asimilarse y que bien podría ser el delirio de un Laddaga postrado a lo largo de los cien días que culminan en el asesinato de George Floyd, cuando el ser social despierta convulsionado de su letargo.

El punto de partida designa el ánimo conceptual, ya que el autor de Espectáculos de realidad y Estética de laboratorio reside en un edificio levantado sobre el terreno en que Poe compartió alguna vez granja con su esposa y prima tísica Virginia y su tía y suegra Clemm. Atlas del eclipse es también entonces una arquitectura parcial y envolvente en su procedimiento, un tejido ensimismado de hallazgos, citas y asociaciones espaciotemporales que entrelaza de modo tan misterioso como arbitrario estatuas y cines, torres y parques temáticos, carteles y basurales. El eje del trayecto es la brecha inmemorial entre ricos y pobres, repartidos entre los privilegiados habitantes del Corredor de los Billonarios capaces de huir en sus coches de alta gama como antes lo hacían en carruajes, y los ancianos, vagabundos, adictos e inmigrantes expuestos al virus en las zonas marginales de Manhattan en un eco grotesco de los tenements que evocó Luc Santé. En el enigmático mapa de estratos despuntan figuras como el planificador urbano Robert Moses, el inefable Donald J. Trump y su padre Fred “el Viejo” y patrocinadores del ex presidente como el evangelista Franklin Graham o el magnate John Catsimatidis, perfiles de la ultraderecha que repasan la estela que Laddaga esbozó en Tres vidas secretas. La protagonista de Atlas del eclipse es sin embargo la muerte y sus sedimentos, que se acumulan como el millar de huesos que rebalsa en las fosas comunes de la inaccesible isla de Hart, un fantasma que irrumpe cada tanto para recordarnos que estar vivos es sólo una ilusión geográfica.

 

Reinaldo Laddaga, Atlas del eclipse, Galaxia Gutenberg, 2022, 272 págs.

 

3 Nov, 2022
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