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Baño de damas

Natalia Rozenblum

LITERATURA ARGENTINA

Llegar a la tercera edad debe ser parecido a emborracharse: tus ojos y habilidades motrices comienzan a traicionarte, el mundo es de repente más misterioso que hace un rato, la gente te aconseja no hacer cosas que uno sabe perfectamente hacer (como manejar o trepar una escalera), tu encanto y poderes de seducción no son lo que creés, y se sabe que tarde o temprano viene un desenlace espantoso a castigarte por haber cometido el pecado imperdonable de tomar demasiado, en un caso, o vivir, en el otro.

En Baño de damas, Natalia Rozenblum nos presenta un retrato nítido y convincente de esa edad en la persona de Ana Inés, una viuda de setenta y pico cuya vida está centrada en un club de barrio; como sugiere el título, una parte importante de la acción transcurre en el baño de damas de esa institución. Ana Inés es una vieja bien intencionada pero no carente de vicios; es golosa, lujuriosa, jugadora le gusta el truco, pero más le gusta apostar en el truco y ambiciosa: planea postularse para la presidencia del club. Quiere, envidia y desprecia a sus amigas en medidas iguales; uno de los aciertos de Rozenblum es cómo el club y sus clientes mayores asemejan el mundo de la escuela y la adolescencia; las señoras cuchichean sobre cremas, vestidos y amantes con más ganas que la más vivaz quinceañera.

No es muy obvio cómo nuestra protagonista va a lograr sus deseos, que también incluyen reavivar una relación con Antonio, el actual presidente del club, con quien tuvo su único romance después de la muerte de su marido. El mundo está cambiando; no maneja bien las computadoras, no tiene tarjeta de crédito y su cuerpo no es lo que era. Es, en suma, la típica perdedora querible.

Un rasgo notable de esta novela es su sensualidad impactante. Rozenblum tiene una mirada muy clara del cuerpo envejecido y sus indignidades y placeres. Varias de las escenas se leen como un cuadro de Lucien Freud, con más humedad y olor, mientras seguimos a Ana Inés dando batalla para continuar con sus planes o sólo para resistirse a otra porción de torta de manzana. El manejo del suspenso está bien logrado; más de una vez pensé en la pobre madre de Última salida para Brooklyn (1978), de Hubert Selby Jr., y su destino trágico (habría que aclarar que la hija de Ana Inés no la encierra en un armario como el hijo yonqui de esa pobre mujer, aunque sí le impone una dieta “saludable”), el desastre siempre parece al acecho, no sólo por las acciones de los personajes sino también por su situación; si la muerte todavía parece abstracta, el declive definitivo a la senilidad y la impotencia ya ha reclamado a una de las amigas de Ana Inés.

Baño de mujeres está concebido y escrito con una ironía deliciosa, pero al terminar deja al lector un tanto desilusionado. Parece que la oportunidad de leer una novela más sustantiva y memorable se ha perdido. Es una falencia bastante extendida en la escena literaria argentina de hoy, como si los autores estuvieran buscando producir el mínimo justo para llegar a la publicación y nada más. No es una cuestión de extensión; hay cuentos de una página que valen mil. Pero para que un libro que se asoma al realismo lírico despegue hace falta una profundidad y ciertas capas de experiencia que son difíciles de lograr en menos de doscientas páginas. Pero esta es una observación general y posiblemente injusta para concluir una reseña de lo que es efectivamente un libro excelente.

Natalia Rozenblum, Baño de damas, Tusquets, 2020, 192 págs.

16 Jul, 2020
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