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“El tiempo vacío busca y se derrumba en el anverso del deseo. / Y están el olor y el gusto en la lengua dorada que besa. / Ramas que se agitan, caminan sobre sus raíces / para alimentar tus preguntas / —vienes de la tierra, vas hacia el viento”, escribe Liliana Ponce. El cuerpo, el tiempo y la naturaleza habitan su poesía, pero tal vez sea el sueño el eje y el albergue de su universo poético. En el núcleo mismo de su singularidad emerge la pregunta por la alteridad, y la espera de respuesta: “Soy la que sueña, / quiero ser lo soñado”. El privilegio de lo sensorial, del viaje y de lo natural es casi onírico, terrenos lindantes en lo vivencial.
Encontrar su poesía reunida (1976-2022) permite hilar recorridos que en parte son conocidos por las y los poetas, porque Ponce tiene una fuerte presencia en el intercambio propio de la circulación de la poesía, es capaz de notables lecturas críticas y de una activa participación en la escucha.
Es casi inherente a la lectura y a la escritura de la poesía sentir que algo se nos escapa: lo inasible es propio del espacio de la palabra del poeta, y es indudablemente lo que mayor efecto produce. Por otra parte, Ponce ha elegido frecuentemente eludir el formato libro para sus poemas, lo que le ha dado a su poesía llegada por distintas vías, y esto despierta un sentimiento de privilegio en el lector que se encuentra con sus textos.
La poeta ha referido en varias oportunidades que escribe cuando se siente convocada a hacerlo, es decir en un estado propio de la escritura, y que casi no corrige. Es probable que se permita acudir a lo impensado a través de lo sensible que deviene texto. Su escritura cuidadosa no deja de ser, a su vez, un proceso de indagación estética en un contexto errante. Ha escrito: “Nacer, en verdad, nacer, en la constelación de los errantes, / de los fugitivos — probar distintos frutos, callejas / desconocidas”.
Aunque Ponce se formó en la carrera de Letras, ha dicho más de una vez que se sustrajo del ámbito académico porque consideró que eso alteraría su escritura. Ha querido preservar como perla preciosa su universo poético, que se rige por su propia modalidad. Asimismo, es estudiosa de la escritura, la literatura y las religiones de Japón. Mantener viva la curiosidad y una indagación regida por sus intereses es algo que la caracteriza.
La escritura es riesgo y a la vez alberga el sueño del poeta. Es un deambular “sobre deseos urdidos en escombros de otros deseos, ahora / lejanos” y puede ser un extravío del que deviene una frase olvidada. Al extremo, se podría decir que sin extravío no hay poesía. Los versos de Ponce lo saben: “Arriesgo, errando, mi propio límite. / El riesgo es un extravío. Si puedo errar en el silencio, me / situaré a tu lado, podré ser esa frase olvidada, la que se / pierde, vivir en el centelleo de las edificaciones sin infinito”.
El lector encontrará un prólogo de Valeria Melchiorre que expresa con precisión y dedicación la singularidad tanto de la estética como de la aparición, en lo que a publicación se refiere, de la poesía de la autora. Es como una advertencia para el lector que pudiese desconcertarse al querer ubicar la poesía de Liliana Ponce. Porque es eso su poesía: sumergirse en el desconcierto de la existencia, a través de la sensorialidad de un mundo poético vivencial habitado por un cuerpo devenido palabra dirigida a un otro. En medio del paisaje caen preguntas de poeta, sin respuesta, al desnudo la soledad y el encuentro: “¿Era yo aquella a quien amabas? / Si retrocede la hora, permanece el polvo, / succiona cada cuerpo bajo la luna / el aire letal”.
Felizmente su poesía reunida es un libro abierto al devenir permanente de la escritura, interpela y desconcierta porque su búsqueda estética tiene raíz en aquello que no se alcanza a decir, y de ahí su valor: “Cómo vivir, digo / a la pálida luz de los abismos / donde nombre y objeto no aceptan compararse”.
Liliana Ponce, Boomerang Naturae. Poesía reunida (1976-2022), Emecé, 2025, 298 págs.
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