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En contra de la poca esperanza que provoca hoy en día la idea de leer algo nuevo dentro de la llamada “literatura de denuncia”, Faltas. Cartas a todas las personas de mi pueblo que no me violaron de Cecilia Gentili es, efectivamente, lo que se dice una novedad.
El libro, aclara la tapa, es “Una memoria trans”. Correspondencia, memoria, autobiografía: todo promete una fuerte presencia de la primera persona. Nacida en 1972 en Gálvez, un pueblo de Santa Fe, Cecilia Gentili fue autora de este único libro escrito y publicado originalmente en inglés en 2022. Actriz y referente del activismo de los derechos de la comunidad LGBTIQ+ latina migrante, vivió desde 2000 hasta su inesperada muerte (este año, pocos meses antes de la salida del libro que la traería de regreso a su país natal) en Nueva York.
Faltas está compuesto de una serie de ocho cartas dirigidas a distintxs vecinxs, familiares y amigxs significativxs de la autora, de su pueblo Gálvez, y de un agudo epílogo firmado por la escritora y académica McKenzie Wark. En estas cartas jamás enviadas, Gentili narra, evoca, revisa y confidencia, según el caso, eventos de su infancia y adolescencia marcados por diferentes factores desfavorecedores. Gentili creció en una familia atravesada por la pobreza, primero en una habitación de piso de tierra y luego en las viviendas del programa social Fonavi, en un departamento prácticamente desamueblado. Su padre, una figura no ausente pero sí ausentada, era a quien ella, bajo las indicaciones de la madre, debía robarle dinero sin que se diera cuenta mientras él dormía la siesta. El mismo padre que, a su vez, mantenía una relación extramatrimonial con otra mujer, arrastrando a la madre de Gentili en una espiral de obsesión. El otro factor determinante que marcó su vida en Gálvez fue crecer en un clásico “pueblo chico, infierno grande” colmado de prejuicios, sabiendo desde sus primeros años de vida que ella era una niña.
Se trata entonces, por supuesto, de una primera persona que evoca y reflexiona sobre hechos de su experiencia, entre ellos y el principal, el abuso sexual que sufrió desde los seis años hasta la adolescencia por parte de un vecino adulto, de quien dice: “Y había otra cosa que [él] tenía en claro: que yo era una chica. Entendía mi feminidad como algo natural, y sacaba provecho de eso. […] Vio que yo era Cecilia. Me salvó la vida y me la arruinó para siempre”. Hay, en este punto, algo sumamente interesante en el modo en que la autora narra esta relación de abuso porque, tal como lo hace con otros personajes del pueblo y sus dinámicas relacionales, expone la profunda complejidad que significó este vínculo para ella, sin detenerse únicamente en el evidente lugar de víctima de un abuso sexual, sino en los múltiples factores que determinaron que aquello sucediera y se perpetuara. Desde los silencios y actos cómplices hasta la raíz transfóbica más anidada en cada gesto y cada acto de todas las personas de su pueblo que, como reza el título, no la violaron, pero que reprodujeron de un modo u otro la cultura de este sistema de marginalización a las divergencias genéricas.
El modo en que Gentili narra estos y otros sucesos genera un efecto de lectura novelada: las cartas se leen como tales, pero también como capítulos en los que lxs lectorxs se involucran en acontecimientos de los que Cecilia es una testigo y que tienen a otrxs como protagonistas. Tal vez esto esté relacionado con el que quizá sea el gran hallazgo narrativo de este libro, que es el modo en que trabaja el “yo biográfico”. Cecilia se construye a sí misma como remitente y narradora de estas cartas poniendo en juego un conjunto de operaciones retóricas y estrategias narrativas en las que se produce un distanciamiento de ese “yo biográfico”. No sólo maneja con destreza un sentido del humor sardónico y una lengua venenosa, sino que también se desdobla, se mira a sí misma y se involucra, a través de la narración de sus propios actos miserables con otrxs, mostrándose parte de la infinita e intrincada trama de relaciones de poder que gobernaban la comunidad de Gálvez, donde muchxs eran víctimas al mismo tiempo que victimarixs.
Cecilia Gentili, Faltas. Cartas a todas las personas que no me violaron. Una memoria trans, traducción de Alejo Ponce de León, Caja Negra, 2024, 208 págs.
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